Imagino que las respuestas van a variar, pero indudablemente hay una –el trastero o desván- que suele ser poco presentable. Allí vamos almacenando cosas que no nos atrevemos a tirar pero que tampoco sabemos que hacer con ellas. Con el paso del tiempo en aquella habitación conviven objetos de lo más variopintos, algunos de ellos sin duda valiosos.
Al igual que sucede con nuestra casa, en nuestro interior tenemos un espacio inconsciente. No es un espacio pequeño, continuando con la metáfora de la casa, diríamos que la parte que conocemos es infinitamente más pequeña que la desconocida. Allí están las cosas que tienen que ver con el pasado, tanto lo positivo como lo negativo. Pero no deberíamos temerlo ya que es nuestro aliado, deseoso de colaborar. Una de las puertas para acceder a su interior es a través de nuestros sueños, aunque también hay otras.
Alejandro Jodorowsky habla de un inconsciente individual, personal. Por debajo del mismo dice que está el inconsciente familiar, el que nos conecta con nuestro árbol genealógico. Más allá podemos encontrar el inconsciente colectivo, del que hablaba Jung. De lo que no parece haber ninguna duda es que todos estamos conectados…
Si en nuestra casa integramos los espacios conscientes y los inconscientes, si utilizamos nuestros dos hemisferios cerebrales, accederemos una vida más completa. La intuición y la razón no son enemigos sino aliados complementarios. O en palabras de Jung: “Cuanto más aptos somos para hacer consciente lo inconsciente, más grande es la cantidad de vida que integramos”.
Desde la astrología se asocia a la casa XII como la del inconsciente. Afirma Juan Trigo que para muchos autores es así, no solamente el concepto de inconsciente colectivo de Jung sino de ese propio saco o pozo insondable a donde va a parar todo aquello que no entendemos de nosotros mismos o que “dejamos para más adelante”. No es de extrañar que a la mayoría de los estudiantes les cueste entender los significados de esta casa por abstractos e inaprehensibles.
Plano sin fin