
-Uno de los poderes del mundo le dice al otro, con cara de pocos amigos, que acate la ley.
-Pero si yo también soy la ley. -Responde el otro poder.
-Tu ley es circunstancial, aparente, casi como una ilusión. En cambio la mía es permanente, absolutamente real.
-Te recuerdo que yo expando, soy como un acelerador. En cambio tu te dedicas a inhibir, a frenar la ilusión, a mostrar una realidad descarnada. ¿A quién crees que apoyará el pueblo?
-Te crees legitimado y sin embargo cuando aplique mi justicia social implacable conocerás -y conocerán- la soledad y el silencio. Yo tengo todo el tiempo del mundo, en cambio a ti se te está terminando.
-¿Cómo prescindir de mi optimismo? Soy muy necesario para contrarrestar tu pesimismo enfermizo.
(Al optimista lo llamaron Júpiter y al pesimista Saturno. Están lejanos, sin embargo ambos viven dentro de cada uno de nosotros. Estos poderes también los podemos percibir en el mundo exterior, a veces colaborando y en otras ocasiones en conflicto)