La mediana edad, una encrucijada vital. Autoafirmaciones para tomar la vía de la conciencia.

La mediana edad, una encrucijada vital. Autoafirmaciones para tomar la vía de la conciencia.

Un ser humano, transitando por el camino de su evolución personal, llega a la mitad del trayecto: ha alcanzado una etapa llamada «mediana edad». Tiene en torno a los 40 o 45 años. Delante de sus ojos, si los abre de par en par, verá una encrucijada que le obliga a tomar una decisión de la que dependerá su futuro:

¿Continuar caminando haciendo los mínimos cambios, tapándose con una capa de resignación que disimula la insatisfacción y el miedo a lo desconocido?

¿Negar el paso del tiempo y apuntase a alguna adicción anestesiante, o a cirugías estéticas que camuflen el envejecimiento del cuerpo, o a emparejarse con personas más jóvenes que sirvan de espejo autoengañador?

¿Vivir con plenitud esta etapa a modo de una segunda adolescencia consciente, en la que reafirmarse, revelarse, revolucionar su mundo con creatividad para experimentar por fin lo que no pudo vivir en la primera mitad de la vida?

La persona que opta por esta última opción vibra con la natural evolución de todos los seres vivos de la creación, armoniza con la salud y fluye con el imparable devenir de cambios que está en la esencia de todo lo que existe en el universo.

Proponemos las siguientes autoafirmaciones para tomar esta tercera vía cuando llegamos a la mediana edad:

Digo «sí» a expresar y satisfacer por fin esas necesidades de las que me avergonzaba.

Agradezco haber llegado a la mitad de mi vida con salud.

Honro mi edad, integrando pequeñas mutaciones biológicas que marcan el paso del tiempo en este vehículo que alberga mi espíritu.

Es un gran privilegio sentir fortaleza en el cuerpo, calor en el corazón y lucidez en la mente.

Me doy permiso para decirle adiós a condicionamientos y programaciones.

Devuelvo lo que no me define, para acercarme cada día más a la autenticidad.

Siento que mis egos se van disolviendo, para mostrar cada vez con más nitidez mi esencia.

Me rodeó de personas afines, me salgo de los lugares que me incomodan, me alejo de quién me hace daño, me quedo con lo que alimenta mi alma.

Ya me atrevo a mirar cara a cara a mi sombra, a viajar a la cara oscura de mi luna, a resucitar las semillas fosilizadas de mis dones y talentos, porque sé el camino de regreso a la luz que no está en otra parte que en mi propia conciencia.

Carmen Guerrero

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