Coincidía con los que creían que no había que temer nada de lo que estaba fuera de nuestro cuerpo, en el exterior. El único peligro había que situarlo siempre dentro de uno mismo.
Desde esa óptica, ¿era descabellado interpretar los accidentes graves como intentos de suicidio, como una señal que obligaba a mirar aquello que no funcionaba en la vida?
La parte que uno “se accidentaba”, ofrecía buenas pistas para profundizar en los motivos. Al igual que sucedía en los sueños, nadie podía hacer nuestro trabajo, había que descubrirlo personalmente.
El analista de accidentes explicaba: “Tal como lo interpretemos, así nos afectará, por tanto, demos siempre la mejor interpretación posible”
¿Cuántas veces hemos buscado que alguien exterior nos resuelva un problema, o nos abra una puerta de la que sólo nosotros tenemos la llave?
Almanaque Sanador
