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7 leyes mágicas olvidadas

 

Mientras ordenaba una pila de libros, algunos amarilleados por el tiempo, otros con el lomo doblado y algunos intactos, de los que sólo se compran para que acompañen a los demás, me encontré con un libro que hacía tiempo leí, uno de los clásicos de la filosofía o pensamiento antiguo, luego revestido de texto new age, que recuerdo en un principio no entender demasiado bien pero con el paso del tiempo aprehendí todo lo que en él leí. La obra en cuestión se llama El Kybalion, y se le atribuye a la mítica e imposible figura de Hermes Trimegisto, una especie de Pitágoras hipertrofiado que seguramente jamás existió. En él se nos dan a conocer, según el pensamiento gnóstico, las siete leyes que rigen la vida para entendernos mejor también a nosotros y lo que nos sucede. Tiempo después alguien editó una serie de vídeos, con abuso hasta el empacho de croma, y después hilvanó ese DVD en forma de texto para convertirlo en un long-seller. Mezcla de citas, reflexiones y aforismos, ese batiburillo acabó titulándose El Secreto. Pero nada hay que no hay sido dicho ya antes, aunque de vez en cuando convenga actualizarlo, eso es lo que me encontré en el antiguo Kybalion. Si bien la autora de El Secreto nos propone tratar al Universo como un siervo que acude solícito al timbre de nuestra voz para obtener de él todo lo que deseemos, en realidad somos nosotros mismos quienes nos tenemos que dar poder y autoridad para poder comenzar a realizar lo que nos propongamos. Es decir, no se trata de alzar la vista al cielo y desgañitarse de manera de infantil sintiendo que recibimos lo que pedimos, sino acercar la barbilla a nuestro pecho y quedamente pedírnoslo a nosotros mismos.

El texto original de El Kybalion, adulterado con el paso del tiempo en beneficio de editoriales sin escrúpulos, nos expone de manera clara cómo funciona el Universo, siempre desde una perspectiva un tanto mística, pero certera, al menos de manera bastante interesante. Parece que lo verdadero se expresara mejor a través de lo creativo y poético que de lo matemático. Hay un sinfín de libros que celebran que la ciencia actual, con su fastagórica realidad cuántica, describa la realidad de manera parecida a como lo hacían los antiguos hindúes. Uno de las obras clásicas que aúnan ciencia y misticismo es El Tao de física, de Capra, donde estas dos discipinas bailan con paso bastante acompasado.
Pero veamos qué 7 principios describe El Kybalion y de qué manera podríamos asimilarlos en nuestro día a día:
El Universo es mente: todo es un gigantesco pensamiento. Es como vivir en el sueño de alguien, siendo nosotros actores. Pero de ser así ¿dónde quedaría nuestra libertad? Actualizado a nuestro tiempo nos viene a decir que el mundo es en realidad lo que pensamos que es, para cambiarlo tan sólo hay que cambiar nuestra concepción del mismo. Cambia tu manera de ver y el paisaje será otro.
Todo se corresponde con todo: la diferencia es tan sólo cuestión de grado. «Lo que está arriba es como lo que está abajo», dice el texto. Comprendiendo que es un asunto de posición más que de cualidad, somos bastante responsables de, llevándolo al terreno más prosaico, tener políticos corruptos porque la base de la que salen, el pueblo, también contiene corrupción. Para mejorar lo de arriba, hay que trabajar lo de abajo, y viceversa. Todo está unido con todo, todo se corresponde con todo.
Todo vibra: es decir, todo está vivo. Desde la piedra en mitad del asfalto hasta el recién nacido, tan sólo es diferencia de frecuencia, los dos laten. Lo que podemos entender como que todo es potencialmente útil, nada es despreciable. Cualquier elemento puede convertirse en nuestro aliado, en nuestro objeto chamánico de poder. Cuidado con golpear, ensuciar o tratar con descuido nada. Un ladrillo deshechado en una obra puede ser el primero que comience una nueva.
Todo es doble: ying/yang, masculino y femenino, noche y día, razón y locura. Todo oscila de un extremo al otro porque la realidad es dual. Después de un periodo de calma vendrá la agitación. Nada permanece, sólo tu conciencia que lo atestigua. Sé consciente de ello.
Ritmo: hay un proceso temporal de gestación, nacimiento, maduración y muerte siempre y en cualquier aspecto de la vida. Querer acelerar nada es absurdo, inútil y frustrante. Aprender a ver y comprender los ciclos naturales: estaciones, ciclos personales, económicos etc…nos ayudará a entender que bien poco podemos hacer para acelerar las cosas. Lo que tenga que ser, será, y sucediendo de manera natural.
Causa y efecto: la intención producirá una acción, y ésta una reacción de acuerdo con la energía empleada. Como el cuento del lechero tramposo, que aguaba su mercancía para tener más que vender y que acabó siendo arroyado por un río cuando lo cruzaba con su mula, el conjunto total de nuestras pequeñas acciones comportorá un resultado de acuerdo a ellas. Del bien no puede salir nada malo, al menos nada que hiera. Del mal necesariamente siempre oscuridad que envolverá a quien lo propicie.
Principio de generación: Padre y Madre, intención seguida de acción. Es la única clave de la fecundidad. Unir opuestos y hacer que bailen juntos. Si tu propósito es cambiar, haciendo siempre lo mismo estás condenado al fracaso. Las acciones nuevas siempre son hijas de una idea y de su puesta es práctica. Muchas proyectos sin realizarse son deudores de un cuerpo perezoso. Mucha actividad sin un criterio que las lleve a buen puerto es dar contundentes palos de ciego.
El Kybalion, después de lavar su cara de polvo esotérico, desmenuzado y asimilado puede dar algunas respuestas un tanto reconfortantes, con la certeza inequívoca de que todo ya fue dicho, de que hay verdades que sobreviven al tiempo y que lo que fue útil hace dos mil años perfectamente puede serlo ahora.
Pero nunca te creas nada, ponlo en práctica por ti mismo y experiméntalo.

Luis Miguel Andrés es profesor de filosofía y consultor personal

Correo: la_sincronicidad@hotmail.com

Twitter: @_LuuisMigueel_

Imagen: Camila Franco

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Y tú, ¿cómo estás? Afina tu brújula emocional. Ejercicio de meditación en 5 etapas.

Nos pasamos gran parte del día preguntándoselo a nuestros vecinos cuando salimos por la mañana de casa, al conocido que se cruza con nosotros en el metro que nos lleva a la oficina, al conserje del edificio, al panadero: “¿Qué tal (estás)?”. Y tú, ¿te lo has preguntado ya hoy a ti mismo? Y si lo has hecho, aunque sea en este momento, ¿te has tomado el tiempo necesario para ser sincero en la respuesta?

La tradición alquímica y esotérica de la Edad Media, pero mucho antes en la Grecia de los primeros filósofos, con Empédocles a la cabeza, sostenían que nos componemos de cuatro elementos fundamentales: aire, fuego, tierra y agua. Esta teoría, más que refutada por la ciencia, viene a ser un complemento de ésta, puesto que todos somos un Todo donde caben todos los elementos, partiendo de la base de que, si se dio lugar el Big Bang, la Totalidad estuvo contenida en un punto a partir del cual se dio origen a lo demás: tu cuerpo y las estrellas están hechos del mismo material.

Si bien es cierto que no podemos pensar que un sistema tan reduccionista de lo físico sea del todo cierto, aunque contenga parte de verdad, podemos pensar que quizá esos cuatro elementos alquímicos hagan referencia a cuatro tipos de energía distintas en nosotros: el aire, simbolizaría la palabra, el intelecto, la energía mental. El fuego, símbolo del deseo por excelencia, es el motor que nos empuja a crear, nos impulsar en nuestra creatividad y despierta nuestro apetito sexual. La tierra, el elemento más tangible de los tres, la pura materialidad, sería nuestro cuerpo en sí. Y elagua, lo emocional, nuestro temperamento y sentimientos más genuinos. Este será el elemento del que nos ocuparemos hoy.

Es interesante comprobar como, aunque tratemos de dejarlo de lado o no darle la importancia que merece, pasamos la mayor parte del tiempo desconectados de nuestro elemento agua, dando más importancia a lo material, sea casa, trabajo o coche, que a lo que sentimos y merecernos darnos en este sentido. Pero en cuanto nos desnudamos un poco y no tememos rasgar el doliente velo tejido por incontables heridas que hemos levantado en nuestro pecho, vemos que no es así. Tras algunos años como consultor y terapeuta, en cuanto el consultante se entrega y confía, los problemas que de verdad le atenazan son de índole emocional, por mucho que escuchemos, hasta la suciedad, la palabra crisis cada día. Y el agua conecta estupendamente con la tierra, que es el cuerpo. Posturas encorvadas, síntoma claro de no poder más con el peso, sea de la naturaleza que sea, que la persona arrastra. Hombros caídos, que revelan una posición de sometimiento y de impotencia, pechos hundidos, que no hacen si no ocultar aún más los sentimientos al mundo…

Tal es así, que el dios y arquetipo que representa a la perfección lo emocional es Poseídon, deidad marina, que entraba en continua competición con su hermano Zeus, representante del aire, la razón y el orden supremo, aun sabiendo que nada tenía que ganar contra éste último, puesto que era el rey de todas las divinidades (es absurdo dejarse llevar por una emoción loca, que puede ser la semilla de una nada saludable ira, puesto que siempre habrá un orden que respetar y que permanecerá inalterable a pesar nuestra cólera). Pero el posteriormente llamado Neptuno por los romanos era también el dios de un fenómeno telúrico ante el cual los hombres nos sentimos completamente desarmados: los terremotos, y he aquí que entra de nuevo en juego el elemento tierra. Dos caras de una misma moneda: cuando nuestro centro emocional no marcha porque no lo hacemos fluir, nos guardamos constantemente secretos que nos evenenan o nos dejamos airar con facilidad, nuestro cuerpo se sacude y retuerce, no haciendo preveer nada bueno para nuestra salud, concepto integral donde por supuesto entran el resto de energías: aire y fuego.

Entonces ahora te pregunto: y tú ¿cómo estás?. Ahora mismo, en este preciso instante que tus ojos se deslizan por esta pantalla…¿cómo estás?. ¿Hay agua estancada, es un débil riachuelo el que fluye, es todo un mar con salvajes olas que se baten contra la orilla…se prevee algún terremoto?

Guárdate un lugar en la casa, o un tiempo al día, y reconcíliate contigo mismo, después de haberte preguntado por tu estado a ti mismo. Quizá el rato por el que estés pasando no esté siendo tan malo después de todo (el mejor momento de nuestra vida comenzó cuando nacimos), es probable que tan sólo no estés atento. Reconsidéralo (la etimología de esta palabra, reconsiderare, viene de sidus, sideris, estrella: trata de ver tus problemas con esta distancia astronómica, a ver qué sucede).

Nos gustaría proponerte hoy un pequeño ejercicio de meditación. Practícalo durante siete días seguidos, para ver cómo te sientes antes de sacar ninguna conclusión precipitada sobre su efectidad, porque damos que fe de que funciona. Lo ideal pasado este tiempo es que siguieras haciéndolo indefinidamente, sobre todo cuando no te encontraras bien contigo mismo, que será, curiosamente, cuando menos desees hacerlo: casi siempre, en los peores momentos, es cuando nos surge esta pulsión sadomasoquista. La meditación se llama metta-bavhana, que traducido sería algo así como “Cultivo de emociones positivas” y parece ser que nació en el siglo V a.C. en la India. Es una de las joyas contemplativas que podemos praticar hoy día. Pero olvídate del origen de esta práctica, comiénzala bajando tus defensas mentales, deja el elemento aire de lado y concéntrate en la copa rebosante de agua que llevas dentro de ti, elimina toda espectativa y comprueba los resultados. Date la oportunidad.

Esta meditación se divide en 5 partes:

Antes que nada, toma una silla en la que tu espalda pueda permanecer recta, es importante mantenerse en un estado de relajación pero alerta de no dormirse. Evita por lo tanto meditar tumbado en el suelo o en la cama. Siéntante con la espalda erguida y las piernas en ángulo recto, apoyado tus manos en los muslos, con los hombros ligeramente caídos. Piensa que has de estar unos 15 minutos, que la posición sea lo suficientemente cómoda como para que no se te hagan eternos. Cierra los ojos y toma unas cuantas respiraciones profundas y tómate tu tiempo para sentir tu peso, con calma. Este es el portal a la meditación: tu cuerpo. Por él entramos y por él salimos de la experiencia. Permanece unos minutos relajándote antes de empezar la primera etapa, y luego trabaja cada una de ellas unos tres o cuatro minutos más. Hay una infinidad de app de meditación gratuitas que podrás descargar para ayudarte y cronometrar cada etapa, sin necesidad de estar pendiente del reloj.

  1. En esta etapa intentaremos nuevamente preguntarnos cómo estamos y ver qué nos respondemos. Démonos el espacio para ser sinceros con nosotros mismos. Cuando hayan salido los sapos que estuvieran guardados, intentaremos mandarnos mensajes de positividad hacia nosotros, en presente : “Estoy bien, soy feliz, encuentro lo que busco…” o si tenemos mucha facilidad para visualizar, nos imaginamos felices, dichosos, con la relación sentimental que deseemos etc…Te perderás mentalmente con otras asuntos a poco que empieces, es natural y forma parte de la meditación, respira hondo y vuelve contigo.

  2. En esta segunda parte, vamos a pensar en un buen amigo, de preferencia alguien de nuestro mismo sexo y que no sea pareja ni nos sintamos atraídos físicamente. Le vamos a desear felicidad, paz y dicha tal y como hicimos con nosotros. Si te pierdes, nuevamente vuelve en ti, respira hondo y sigue.

  3. Ahora pensaremos en alguien que nos sea indiferente completamente, que apenas conozcamos o sepamos su nombre: un cajero del supermercado, la vecina nueva, el chico del kiosco etc… Y seguimos con el mismo procedimiento; enviándole lo mejor. Te perderás, no pasa nada, vuelve a tu cuerpo en cuanto te des cuenta.

  4. Esta es la parte que requiere más atención, porque has de elegir a alguien con quien hayas tenido un leve conflicto, roce, o simplemente que no te caiga del todo bien. Y sí, has de mandarle toda la positividad tal y como hiciste con las personas anteriores, incluído tú mismo. Es más que probable que te cueste concentrarte, no pasa nada: perservera.

  5. En esta última etapa has de visualizarte rodeado de las otras tres personas imaginando que esa energía positiva que has enviado y que de alguna manera has compartido se expande, tanto como puedas: bloque, barrio, ciudad, si puedes país, continente…etc…deseando, en presente, felicidad a todo ser viviente.

Date unos minutos para saborear la experiencia antes de abrir los ojos.

¿Te cuento un secreto?

En realidad en cada una de las cinco etapas te has estado deseando lo mejor a ti mismo precisamente. Imagínate que te hubieras sumergido hasta el pecho en un mar cristalino y miraras a tus pies: lo primero con lo que te encontrarás será con tu rostro reflejado en el agua, que dependiendo de momento en el que te encuentres, te resultará más o menos agradable: es tu primera toma de contacto contigo mismo.

Yendo con la mirada más profundo, en tu pecho reside tu amigo, que es ese aspecto positivo de ti que ves reflejado en el otro, y que tanto te gusta. Un poco más hondo hay una zona desconocida de ti, de tu psique, que permanece oculta y que viene representada por el personaje indiferente: algún día la descubrirás y te sorprenderá, de mismo modo que alguien que pensábamos que no nos fuera a resultar simpático se acaba conviertiendo en un buen amigo, es algo positivo se revela en ti.

Y por último la persona difícil: seamos honestos, lo que nos cuesta reconocer en nosotros mismos nos resulta mucho más fácil endosárselo a los otros: esta persona, aun siendo desagradable, tiene bastante en común contigo, busca lo mismo que tú y quizá sus defectos también pesen en ti. No está demás limpiar y perfumar nuestra sombra y este es el trabajo que realizamos en esta parte de la meditación. Y para finalizar, la parte en la que se expande ese sentimiento no deja de ser un deseo de unión, del tipo que sea, con los demás. Un nuevo y potente Big Bang cuyo centro es tu pecho.

Nuestro deber es ser felices y ser nuestro mejor yo cada día, de lo contrario, nos estaremos amargando la vida no solo a nosotros mismos, sino también a todo el barrio: si cada uno se ocupa de su árbol se hará del mundo un jardín.

Deja que tu agua fluya limpia y cristalina, los ríos siempre albergan más vida que los estanques.

Luis Miguel Andrés es profesor de filosofía y consultor personal

Correo: la_sincronicidad@hotmail.com

Twitter: @_LuuisMigueel_

Sara Fitta

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Seis consejos para decirle adiós a la mala suerte

Ir con el tiempo justo a una entrevista de trabajo, no encontrar aparcamiento, dejar el coche de cualquier manera, entrar a la oficina donde se lleva a cabo la selección de personal y decirte la recepcionista, poco después de presentarte, que llegas con tan solo… ¡24 horas de retraso! Estabas convocado para ayer y la persona ya ha sido contratada. Salir con las orejas gachas y no encontrar tu coche porque la grúa se lo ha llevado: habías estacionado en la entrada de un garaje. Estás sin coche, sigues sin trabajo y con una multa que pagar. ¿Te resulta familiar?

Se recoge en el refranero que las desgracias nunca llegan solas, y quizá sea cierto, pero, ¿cuáles son las causas que nos sumergen en una racha de mala suerte y sobre todo cómo poder salir de ella? Si partimos de la, a priori, nada esperanzadora sentencia de que todo sucede para que aprendamos, convendría detenerse un poco antes de dejarse absorber por una sucesión nada apetecible de acontecimientos desgraciados.

En realidad somos bastante responsables de lo que nos sucede, al menos siempre lo somos de la manera en que interpretamos lo que nos pasa: podemos decidir si a partir de ahí crecemos y nos venimos arriba o retrocedemos, eludiendo toda experiencia y lamentándonos. Somos toda una sucesión de personajes con un rol predeterminado: dentro de nosotros tenemos al héroe, al valiente, al justiciero, al afortunado pero también al tramposo, al mentiroso, al desvalido. Conviene no caer en la trampa de la identificación, porque le estaremos dando escenario al personaje. Estemos atentos. La atención es la base de la transformación. Como lente de aumento que expande aquello sobre lo que se pone, céntrate en los aspectos positivos que toda situación encierra y usa la energía de la misma para vencerla.

Los santeros mexicanos, determinados gurús y chamanes insisten en que parte de estos procesos son necesarios, como muda de piel, para una identidad mas ajustada a la situación en la vivimos. Ofrecen limpias y remedios milagrosos para el ser primitivo y supersticioso que habita en cada uno de nosotros y realmente pueden funcionar si le damos el poder para que su remedio funcione porque, saliendo de la cárcel de lo cotidiano, alguien rompe nuestro molde racional y nos reconecta con la energía interna que nos hace vislumbrar un posible cambio. Si racionalmente no podemos justificar la mala fortuna, mágicamente nos consuela pensar que hay una solución posible que nos haga reconectar con otro personaje. En definitiva, el poder siempre está en ti, no en nada que venga de fuera. La fe y la confianza son las piedras angulares de todo cambio.

A continuación te daremos una serie de consejos, basados en la racionalidad pero al mismo tiempo entrando en comunicación directa con nuestro mayor aliado: el inconsciente. Son herramientas útiles, siempre y cuando decidas comprometerte de antemano contigo mismo a darte solo aquello que te mereces, y que es mucho si de verdad osas dártelo.

    • Desde ya mismo deja de quejarte del momento que vives: no te quedes reducido a un nivel infantil de conciencia, donde tu niño interior pide y pide sin ofrecer nada, esperando salvaciones milagrosas (un premio de lotería, algún regalo caído del cielo, alguien que nos salve de cualquier modo etc…). Comienza a actuar y a dejar de identificarte con el pobre desvalido al que todo le sucede y saca a tu guerrer@ interior. La queja, como toda adicción tóxica, da un placer secreto y dañino, trata de cambiarla por el agradecimiento. En 24 horas hay sobrados motivos para dar las gracias. Te hará mucho bien.
    • La vida es cíclica: la luna crece, mengua, desaparece y regresa. Las estaciones se suceden. Nada dura para siempre, ni lo bueno ni lo malo. Basta pensar que de absolutamente todo se sale. Del momento en el que ahora mismo te hayas inmerso también.
    • “Verdad es lo que es útil” dijo el Buda, y como es ciertamente positivo pensar que todo sucede para nuestro bien, no estaría demás replantearse los malos periodos como un reajuste necesario, un periodo de limpieza forzada de todo aquello que definitivamente ya no nos sirve y que determinadas circunstancias de la vida, en principio externas a nosotros, están siendo más aliadas que enemigas.
    • Estamos encantados con nuestra zona de confort: nuestro espacio y modo de vida, aunque los sintamos como lastre, son nuestra identidad, para bien o para mal. Toda sacudida que nos libere de alguna manera de nuestro viejo y conocido perímetro de acción nos aterra. Aunque resulte duro, tómatelo con el mayor sentido del humor posible.
    • Si persistes en la creencia de que el gafe es algo que te supera, acude a una tienda de ropa en la que te puedas todo tipo de prenda de vestir. Adquiérelas y cambiante en un probador dejando toda la ropa antigua ahí y saliendo con la nueva. Le estarás dando la información al inconsciente de que, como serpiente que muda la piel,estás dispuesto a evolucionar y no quedarte estancado en un rol que ya no te sirve.

En definitiva, todo miedo se reduce a uno: terror al cambio. Vivamos el proceso de mala suerte como una transmutación necesaria hacia lo que verdaderamente somos. Aunque nos vaya la vida en ello, insistimos: todo es para el mayor de los bienes.

Porque te la mereces: ¡Buena suerte!

Luis Miguel Andrés es profesor de filosofía y consultor personal

Correo: la_sincronicidad@hotmail.com

Twitter: @_LuuisMigueel_