Es cierto que nos pueden contar mentiras, y muchas, pero las mayores de todas nos las contamos nosotros mismos. Tal vez de esa manera enfrentamos “la verdad” cuando estamos preparados para ella -otra posibilidad es que la aplacemos indefinidamente-. Lo cierto es que la verdad puede ser esquiva si la interpretamos de forma literal. Recuerdo un cuento en el que una persona preguntaba la hora cada cinco minutos y no era capaz de entender por qué siempre recibía una respuesta diferente.
Un vecino de mi infancia decía que al que lo pregunta todo, incluso invadiendo los espacios de intimidad de los otros, le suelen responder con mentiras. Supongo que se refería a que cuando buscamos respuestas obsesivamente encontraremos muchas supuestas verdades que no superan un filtro básico.
Creer en cualquier cosa que no podamos comprobar por nosotros mismos, no utilizar el sentido común, no contrastar, etc. son formas de dejar abiertas las puertas a eso que llamamos mentiras.
Incluso es posible que existan las mentiras útiles, pero esas las dejaremos para otra ocasión.