Hay que darles tiempo, tienen algo que enseñarnos, y a menudo uno se sobrepone por sí mismo.
¿Cuál es el lado positivo y cuál el negativo de su gran sensibilidad?
Mi mente es como en una radio, sintonizo todas las frecuencias. Oír constantemente lo que pasa es apasionante y terrible, porque hay frecuencias que no son buenas, y ese es el gran esfuerzo de mi vida, sobre todo en la noche.
¿Padece insomnio?
Sí, precisamente porque no consigo desconectarme de las malas frecuencias.
Vive usted sin móvil, sin ordenador, sin redes sociales. ¿Es su manera de protegerse?
No necesito ese ruido. Mi mayor protección es escribir, en esa polifonía galopante de mi cabeza escojo los sonidos que me interesan y escribo, actúo, y así ya no soy pasiva, no los sufro.
¿Ha conseguido ser feliz?
Sí. Creo que uno es feliz a partir del momento en que es consciente de que al menos tendrá un momento de felicidad al día.
¿Qué le ha enseñado la vida?
Que el tiempo es un aliado. El tiempo es como un escultor: sólo viviendo una cierta cantidad de años acaba descubriendo la escultura.
¿Qué ha descubierto sobre la amistad?
Que las amistades que duran no son las que uno esperaría. Conocemos a gente con la que estamos de acuerdo pero detestamos, y gente con la que no estamos de acuerdo y nos encanta. Las opiniones son mucho menos importantes de lo que creemos.
¿Y qué sabe del amor?
Es lo esencial de la vida, pero hay que saber que no tendrá el rostro que uno había imaginado.
¿Qué ha entendido del ser humano?
Si uno cae lo suficiente en sí mismo, se acaba encontrando con todo el mundo, con los monstruos, los hijos de puta, los asesinos… todos están ahí. Escribir es tener la ocasión de entender que el cabronazo en primer lugar eres tú.
¿Cómo vive el mundo de hoy?
Con angustia, pero quiero pensar que la vida es más imaginativa que nosotros.
…
Extracto de una entrevista con Amélie Nothomb, escritora, miembro de la Real Academia de la Lengua Francesa de Bélgica.
Fuente: La Contra de La Vanguardia