
Motivos laborales, afectivos, o el final de una etapa puede obligarnos a una mudanza. Dejamos atrás la casa en la que hemos vivido para establecernos en otra, aunque sea alquilada. Nos encontraremos con una vivienda que tendrá su historia, muchas veces con sus muebles, decoración, etc.
Hay quien afirma que cada objeto recuerda el que lo utilizó. Personas altamente sensibles al tocar un reloj de pulsera pueden explicar cosas del que fue su propietario. Si eso fuera cierto, algo que no puedo afirmar porque carezco de esa capacidad, el mobiliario de una casa estaría absolutamente impregnado por las energías de los que fueron sus moradores.
Durante mi juventud viví en muchas casas de alquiler sin ningún problema, salvo una experiencia extraña que ahora voy a compartir. Llegué a una casa enorme repleta de muebles, tantos que decidí crear espacio almacenándolos en una de las habitaciones que no iba a usar. Después de mover sillas, mesas, armarios, cuadros y demás enseres, de hacer limpieza general, entrada la madrugada me dispuse a pasar mi primera noche. Era el final del verano y todavía hacia buen tiempo. Al acostarme, un instante después de apagar la luz de la habitación, noté como la sábana que me cubría salía disparada hacia los pies de la cama. Rápidamente encendí la luz y allí no había nadie. Después, todavía con el miedo en el cuerpo, encendí todas las luces de la casa con idéntico resultado. Sentí unas ganas enormes de escapar, de salir y no volver.
Visto con la perspectiva del tiempo, enfrentar aquel miedo y superarlo fue muy útil. Ser capaz de hacer las paces con lo que representara aquello, incluso si era yo mismo el causante, me permitió continuar en la casa seis años más.
Aquel episodio también me hizo reflexionar que cuando la casa que dejamos es de nuestra propiedad conviene hacer una limpieza a fondo, para no dejar ningún anclaje. Vaciar la casa podría interpretarse como un borrado del disco duro de nuestro ordenador, permitimos arrancar una nueva vida sin las cargas del pasado ni el peso de los recuerdos.
Limpiar no es en ningún caso olvidar, sino integrar la experiencia para permitirnos seguir adelante con nuestra vida, sin contratos pendientes escondidos en los cajones.
Las que heredamos de nuestra familia resultarán especialmente complicadas por todo lo vivido entre aquellas paredes y por el indudable peso del inconsciente familiar. Desprenderse de ellas podría suponer una alta traición, por tanto nunca podremos vender una casa si no la sentimos como propia. Y es muy probable que no sea suficiente con tener la escritura a nuestro nombre.
¡Vaciar nuestra casa tal vez consista en hacer una limpieza a fondo de lo visible y de aquello que sentimos, aunque esto último no lo podamos ver con nuestros ojos ni medir con ningún instrumento!
1 Comentario
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Estoy queriendo mudarme de ciudad, y aún no encuentro la casa tal como la deseo. Creo que es porque no he soltado mi casa actual…