Carmine Saccu, entrevista en LA CONTRA
En la simbología cristiana el triángulo equilátero representa a Dios padre, hijo y espíritu santo. No puede haber peleas porque hay equidistancia. No hay lugar para celos ni alianzas. Pero Adán y Eva, desobedeciendo a Dios, crearon un triángulo isósceles, en el que dos están cerca y uno lejos.
Dejaron a Dios lejos, ahí fuera.
Sí, y no le gustó, así creó el undécimo mandamiento que Moisés olvidó en el Sinaí: «La pareja no le gusta a nadie. Tampoco a Dios». ¿Por qué cree que Dios nos envió a Edipo? Desde que uno nace tiene en su inconsciente la idea de echar al rival: madre o padre.
¿Y cómo se ejecuta ese disgusto?
Todo el rato y de mil maneras. El chico se levanta porque tiene miedo a los fantasmas, ¿y cómo acaba la cosa?… O bien la madre se va a dormir con el niño y el padre se queda solo, o bien el niño se mete en la cama entre los padres.
Típico.
La pareja no le gusta a nadie porque se quieren, hacen sus planes, alejan en cierto modo a los demás, así que tanto sus retoños como los abuelos de estos intentarán separarla, es decir: que sólo ejerzan de pareja parental.
¿Cómo proteger a la pareja?
Siendo pareja y haciendo cosas de pareja: Escapándose solos a Venecia o a París, saliendo como mínimo una noche a la semana…, pero sin hablar de los niños porque hay parejas que sólo les falta poner la foto de los hijos junto a la botella de vino.
Ya.
En Italia muchas mujeres siguen llamando «mio bambino» a su hijo de 30 años, el marido tiene un papel periférico. Hay que mantener siempre el lugar de la pareja vivo por el bien de todos, pero hoy la tendencia es ser padre y madre al cien por cien, y así dejan de ser hombres y mujeres.