“Todos sabemos perfectamente cuando amamos y cuando somos amados, y simplemente cuando dejamos de ser cómplices ya no somos pareja” Juan Trigo
En una buena relación de pareja sus integrantes son cómplices. Como cómplices, están por encima de sus respectivas creencias individuales: políticas, religiosas, etc.
Nunca los verás competir, sólo colaboran. Han aprendido a que el “nosotros” es mucho más poderoso que el “yo”.
Poco importa que sean homosexuales o heterosexuales, que hayan formalizado su unión con un matrimonio civil o religioso. Es su amor y no otra cosa lo que les une.
Tienen el permiso para mostrarse tal cual son y para comunicarse con total sinceridad. Por tanto no necesitan disimular, aparentar y mucho menos interpretar ningún papel.
Ambos son capaces de mostrar su parte más vulnerables al otro y lo hacen desde la certeza personal de que ese conocimiento no será utilizado en su contra.
¿Puede sorprender a alguien que en este tipo de relación de pareja no quede ningún espacio para la conveniencia?
Están por encima de los convencionalismos. Una pareja de cómplices puede permitirse el lujo de transgredir muchas de las costumbres sociales o culturales sin miedo.
Siempre responden afirmativamente a la pregunta: ¿Tu pareja te alegra la vida?
Aprendamos a diferenciar las parejas de cómplices de aquellas otras formadas por enemigos que desean destruirse, incluso sin perder las formas y los modales de la educación.
1 Comentario
-
He notado que las parejas homosexuales no inician un vínculo en el amor sino en el deseo (el ego) y por eso son fugaces, en muchas hay promiscuidad y violencia y más insatisfacción que placer. Lo digo porque he visto ya varias a lo largo de mi vida. Está bien que exista inclusión pero lo que no proviene del amor, del dolor vivirá.