En mi juventud aprendí algunas recetas de cocina, gracias a que mi madre me las mostraba paso a paso mientras cocinaba. Sin embargo confieso que siempre tuve problemas con la paella que me salía penosa. ¿Qué fallaba? A pesar de copiar exactamente el procedimiento aprendido el arroz siempre quedaba crudo. Frustrado, dejé de intentarlo…
Años después descubrí que en el momento en el que la paella estaba terminada, cuando apagamos el fuego, era necesario dejarla reposar unos minutos antes de servirla. Aunque era algo evidente y tal vez muy básico, nadie me lo dijo nunca ni tampoco yo supe verlo.
¡Ahí está el “tiempo” al que me refiero! Al igual que le sucedió al discípulo del médico de un cuento sufí –tiempo y granadas– que cuando se enfrentó a su primer paciente falló al no darle tiempo para que comprendiera su problema.
Incluso para redactar un artículo se necesita para permitir ciertas revisiones en las que añadiremos detalles y puliremos algunos matices. De lo contrario el escrito puede que nos quede algo crudo (como el arroz que no está reposado)
Es un ingrediente importante. Fundamental cuando vamos a aprender algo nuevo, o deseamos hacer cambios en nuestra vida. Lo necesitaremos en todas aquellas cosas que valgan la pena. En cambio, es fácil constatarlo, lo que viene rápido se irá igual de rápido sin dejarnos prácticamente ninguna enseñanza.
El tiempo, tal y como dice mi maestro, es uno de esos poderes del mundo con el que tenemos que aprender a negociar.
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Tiempo y granadas (cuento sufí)
Un estudiante de medicina fue a casa de un eminente médico y le pidió convertirse en aprendiz en el arte de la medicina.
-Eres impaciente- dijo el doctor- y por eso fallaras en observar cosas que necesitas aprender.
Pero el joven suplicó, y el médico accedió a aceptarle. Después de algunos años el joven sintió que podía ejercer algunas de las habilidades que había aprendido. Un día un hombre se acercaba andando hacia la casa y el doctor, mirándole desde la distancia, dijo:
-Este hombre está enfermo. Necesita granadas. Has hecho el diagnostico, déjame recetarle y habré hecho la mitad del trabajo- dijo el estudiante.
-Muy bien- dijo el doctor-, con tal que recuerdes que la acción también debería ser considerada como ilustración.
Tan pronto como el paciente llegó al umbral, el estudiante le hizo entrar y dijo:
-Usted está enfermo .Tome granadas.
– ¿Granadas?-gritó el paciente- ¡las granadas te las comes tú! ¡vaya disparate!- y se marchó.
El joven preguntó al sabio doctor cual era el significado de lo sucedido.
– Lo ilustraré cuando tengamos un caso similar- dijo el doctor.
Poco después los dos estaban sentados en el exterior de la casa cuando el doctor levantó su mirada y vió a un hombre que se acercaba.
-Aquí hay una ilustración para ti, un hombre que necesita granadas- dijo el doctor.
Se hizo entrar al paciente, y el doctor le dijo:
– Puedo ver que es usted un caso difícil e intrincado. Déjeme ver… sí, usted necesita una dieta especial. Ésta deberá estar compuesta de algo esférico, con pequeños alvéolos en su interior, que crezca naturalmente. Una naranja…seria del color equivocado… los limones son demasiado ácidos.. ya lo tengo: ¡Granadas!
– El paciente se marchó encantado y agradecido.
– Pero, Doctor -dijo el estudiante- ¿Por qué no le dijiste directamente ” granadas”?
– Por que además de granadas- dijo el sabio doctor- él necesitaba tiempo.
1 Comentario
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Excelente. Gracias!!!