¿Necesitamos reglas para transitar por la vida? ¿éstas deben ser estáticas y rígidas, o flexibles y mutantes, como todo lo que existe en el universo?
Afrontar experiencias tempranas traumáticas exige al niño convertirse en el editor de un mapa (distorsionado) de la realidad y una idea (neurótica) sobre la categoría del vehículo con el que tiene que transitar por él y unas reglas (rígidas) para moverse en el complicado paisaje de las relaciones con los demás.
Aquellas normas que en la infancia se eligen por ser adaptativas, si las mantenemos rígidamente en la adultez, nos hace parecer neuróticos conductores. El niño interior escribió un «código de circulación» que fue tan útil en la infancia que inconscientemente se niega a cuestionarlo aunque vaya cumpliendo años. Tan integrado está su sistema de relacionarse consigo mismo y con los demás que si no lo hace consciente en el presente, su subconsciente se hace cargo del volante y circula en «piloto automático» día tras día, año tras año.
Propongo que chequees si alguna o algunas de estas reglas que siguen han estado o siguen estando vigentes en tu forma de transitar por el mundo:
-Mejor sacrificarme que decir «no»
-Mejor atender las necesidades de los demás antes que las mías
-Mejor pensar que sentir
-Mejor evitar que afrontar
-Mejor callar que expresarme
-Mejor no pedir ayuda que verme rechazado
-Mejor seguir en relaciones tóxicas que estar en soledad
-Mejor desconfiar de mi intuición que dejarme llevar por vías de conocimientos que no sean racionales
-Mejor poner el foco en lo negativo de cualquier experiencia que subrayar lo positivo y aleccionador de lo sucedido
-Mejor definirse con etiquetas estáticas que conocer mi esencia y mi naturaleza y estar abiert@ a evolucionar
Ten libertad para mutar, para ser flexible en el pensar, en el sentir y en el actuar. Cuando cambia el territorio y evoluciona el vehículo, ¿qué sentido tiene utilizar el antiguo mapa y la misma forma de conducir?
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