
Le explicó que el ejercicio consistía en abrir un libro al azar, formulando o no una pregunta, y leer el primer párrafo que apareciera frente a sus ojos con la mente abierta para interpretar las posibles respuestas.
Añadió que la “bibliomancia” no era ningún oráculo. Y que si la pregunta no estaba en su interior jamás encontraría la respuesta reflejada en ningún texto.
–Preguntó sobre la consistencia de un divulgador que explicaba infinidad de cosas que nadie podía ver a través de los cinco sentidos conocidos.
Frente a una biblioteca con libros de todo tipo su mano se posó sobre una antigua agenda que estaba sin estrenar. Abrirla al azar solo supuso encontrar una página en blanco…
Dijo: “Ahí tienes la respuesta” (En tu mano está interpretarla)