Así recordaba la infancia el protagonista de esta historia. Días largos y veranos que duraban una eternidad. Cuando cumplir años resultaba tan especial porque era algo que sucedía muy de tarde en tarde. Y época en la que las palabras de su abuela, sobre la brevedad de la vida, resultaban incomprensibles.
Si todas las edades conviven en nuestro interior, ¿por qué no establecer un diálogo con su niño? Volver al tiempo de las preguntas sin respuesta, en la que la primera sería sobre si sus necesidades básicas estuvieron cubiertas: comida, casa, cariño, atención, etc.
¡Atención! El niño que llevamos dentro puede sorprendernos con algunas de sus respuestas: (Por ejemplo)
Las necesidades insatisfechas siempre dejan alguna marca sobre la piel. No es necesario preguntar, basta con mirar a los ojos para descubrirlas.
Sobre la duración de la infancia. Al niño le faltará perspectiva para responder. (Ningún historiador puede ser objetivo cuando trata de analizar una etapa que está viviendo y en la que está inmerso)
«Los relojes no son los responsables del paso del tiempo, ni el número de años vividos pueden indicar la duración de la infancia. Cada etapa es personal e intransferible».- Dijo otro personaje desconocido
Con el paso del tiempo nuestro niño interior pierde protagonismo al tiempo que el adulto que llevamos dentro lo gana. Entonces ocurre el fenómeno contrario, los días se acortan y las noches se alargan.
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Diálogos interiores.