-Hola, soy un cerebro insomne y vengo a rehabilitarme.
-Bienvenido- le respondieron los miembros veteranos de aquella terapia de grupo.
Tras ocho sesiones, consiguió conciliar el sueño y dormir hasta cinco ho- ras seguidas; así que, en su novena sesión, quiso dar las gracias al grupo con estas palabras:
-Confieso que me costó aceptar mi condición de insomne porque en el fondo sabía que, detrás de este estado de vigilia constante, había algún miedo no reconocido. Con vosotros he aprendido que reconocer y expresar lo que uno teme, es el primer paso para afrontarlo. Ahora ya sé dar la orden de reposo, porque pretender controlar las 24 horas del día todo lo que ocurre más allá del cráneo que me cubre, es una labor imposible, además de enfermiza. Yo, tan racional, al abandonarme al sueño, sé que abro la puerta al inconsciente, tan lleno de contenido irracional… Pero ya no temo nada porque sé que el dormir repone mi cuerpo, y el soñar sana mi alma. Gracias, amigos.
Aceptémoslo, no podemos estar en los dos mundos al mismo tiempo: el de la vigilia y en el del sueño.
Decide: Vigila o duerme.