Un escritor difícilmente podrá evitar escribir, ni un perro dejará de ladrar cuando quiera señalar algo, pero por qué iluminar lo que habitualmente no deseamos ver. Si nos lo preguntamos es porque probablemente tenemos miedo del propio miedo.
Como es lógico no seremos capaces de ver nada en una habitación sin luz ni ventanas. Desde esa perspectiva muchos de nuestros miedos estarán basados en que al no poder ver lo que hay en esa habitación nuestra mente imaginará lo peor.
Tanto si encendemos la luz por iniciativa propia o nos vemos forzados a encenderla por alguna circunstancia, en ambos casos tomaremos conciencia sobre el contenido de nuestros miedos. Sea lo que sea lo que pueda haber allí, se mostrará ante nuestros ojos y entonces estaremos en condiciones de trabajarlo.
A lo largo de nuestra vida vamos cruzando precipicios y abismos, algunos de los cuales son profundos y oscuros. Situaciones que por otra parte permiten que nos enfrentemos a nuestros demonios interiores. Un ejemplo es la misma adolescencia en la que solemos preguntarnos: ¿Qué hay de malo en los excesos? ¿Acaso no es mejor acelerar que frenar? “Menos es más” es una expresión que nunca entenderá el adolescente que llevamos dentro aunque sí pueda comprenderla nuestra parte más adulta y consciente.
En cualquier caso si queremos deshacernos de ciertos hábitos que no nos benefician primero debemos identificarlos para después intentar trascenderlos. Algo que solo puede hacerse si nos conocemos…
Y para ello es imprescindible que aprendamos a iluminar nuestras sombras.