Etiquetado: Fábulas

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¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte?

Alejandro Jodorowsky: A aquellos que piensan, creen o sienten que la vida es un mal sueño, la siguiente fábula puede serles útil:

Un rey despertó angustiado: había tenido una pesadilla. Se soñó de siete años, perdido en un jardín donde encontró una máquina pequeña que no supo hacer funcionar. Bruscamente tuvo catorce años: el jardín era un parque y la máquina semejaba una casa. Trató de manejar sus múltiples palancas, pero no pudo. ¡Ya tenía cuarenta años y vagaba por una selva tenebrosa! La máquina era más grande que su palacio, con tantos botones, manivelas y engranajes que le era imposible comprenderla. ¡Se vio sentado en la cima de un monte, convertido en anciano! En el valle brillaba la máquina, extensa como una ciudad. Decidió introducirse en ella. Viajó por kilómetros de tubos, moviendo barras y mandos sin lograr respuesta. ¡Se vio agonizando junto a ruedas más altas que montañas! “¿Para qué servirá esta máquina?” Al terminar su pregunta, estuvo otra vez en el pequeño jardín, al lado del primer y simple mecanismo. “¡Ya sé para qué sirve: basta mover su única palanca (bajó esa varilla) para que surja el estilete ( un cuchillo fino emergió del vientre metálico) que debe atravesarme el corazón!” Con frialdad cirujana la hoja hurgó en su pecho hasta quitarle la vida… El rey despertó gritando. Cuando pudo calmar la estampida de latidos, dijo: “¡Así es la vida: una máquina incomprensible que tiene por finalidad asesinarnos! ¡No vale la pena! ¡Esta es la verdad: se nace, se sufre, se muere!” Ofreció una fortuna a quien le rebatiera. Algunos arguyeron que también se gozaba. Contestó: “La alegría es sufrimiento porque la muerte la pulveriza: en el mismo momento del placer, se tiene melancolía por su cese ineludible”. Amargado, se encerró en el palacio durante años. Un día vio por su balcón a un monje que meditaba plácidamente. Llegó hasta él y lo sacudió: “¡Si dices algo más cierto que ‘Se nace, se sufre, se muere’ te doy mi reino!” Sonriendo, el monje le respondió: “¡No se nace, no se muere!” El rey comprendió. Se hizo discípulo del santo y abandonó el trono.

“Nacer” y “morir” son conceptos ilusorios. El individuo es Humanidad y la Humanidad es parte del Universo, increado, infinito. Nacer y morir sólo son transformaciones de una Conciencia eterna.

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Imagen: Eclesiastika

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Cada fábula de Alejandro Jodorowsky, un tesoro de sabiduría útil para vivir

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Alejandro Jodorowsky, dos fábulas de monjes al estilo Zen

 

Alejandro Jodorowsky: Hoy, siempre para aquellos a los que no les gusta o no pueden leer cosas largas, dos fábulas de monjes al estilo Zen:

EL MONJE EGOISTA

Las plantas, resecas, clamaban por agua. Un monje que tenía un vaso del precioso líquido, oyendo el apremiante pedido de la yerta vegetación, respondió: “¡No! ¡El agua de este vaso es mía!” Su anciano maestro,que se acercaba cargando una garrafa de agua, le oyó: “¡Dame tu vaso!” El discípulo, a regañadientes, se desprendió de su tesoro. El viejo lo vació en la garrafa y se la puso enfrente. “¡Si me dices cuál agua de esta agua es la tuya, te la puedes llevar!” El monje se dio cuenta de su egoísmo y ayudó al maestro a regar el huerto.

COMENTARIO.- Si no usamos nuestro espíritu en bien de la humanidad, lo perdemos. Si el huerto se seca, los monjes perecen de hambre. ¡Gran comerciante: usa tu dinero para dar salud y conciencia al ser humano y no para sumirlo en la infantilidad!

EL MONJE TONTO

Frente al monasterio se instaló un mercader. Puso en una mesa un montón de cubos con patas, y un cartel: “¡Hoy, gran barata de gragrofos!” Con una bocina, clamó: “¡Compre un gragrofo ahora, rebajado a sólo cien pesos! ¡Sea previsor!” Un joven monje interrumpió su meditación junto al maestro y corrió para colocarse frente al vendedor, quien se apresuró a decirle: “¡Aproveche la rebaja!” Para hacerlo tonto, el monje le contestó que sólo tenía ochenta pesos. El mercachifle, con una sonrisa le respondió: “¡No importa: le perdono los pesos que le faltan!” El monje compró su objeto y feliz llegó a mostrárselo al maestro: “¡Ahorré veinte pesos!” El viejo lo miró con compasión: “¡No! ¡Perdiste ochenta pesos, porque los gragrofos no sirven para nada!”

COMENTARIO.- A los poderosos les conviene crearnos falsas necesidades para que nos alegremos de triunfos inútiles, que a ellos les llenan los bolsillos de dinero extraído de nuestra salud física y mental.

El placer de pensar - 84 -