Honremos a nuestros padres.
Quizás no hayan sido la pareja más madura, más amorosa, más ideal. Habrán cometido errores de todos los tamaños. Probablemente los veamos en ocasiones como niños a los que les faltaron modelos de paternidad más conscientes. Hay padres que son unos verdaderos bárbaros psicológicos y los abusos hay que sanarlos confrontando y liberando las emociones que nos ocasionaron. Aunque es una tarea dolorosa, poner fin a la etapa de la queja implicará que nos responsabilicemos por fin de nuestra vida, procurándonos como adultos todo lo que necesitamos y agradeciéndoles a ellos lo que pudieron darnos, porque mucho o poco, entre sus dones está el de traernos a la vida.
Después de decir “¡basta!” a la queja, cree un altar interior para honrar a mis padres.
Cada día llamo al espíritu de mis padres sanados y acuden para abrazarme y guiarme. Ellos siempre me acompañan.
Imagen: Mariana Szulman