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Alejandro Jodorowsky contesta a una consultante que tuvo “padres ausentes”

ALICIA CONSULTA.

Querido Alejandro, leí hace poco tu libro “Psicomagia”, y espero que puedas darme un consejo. Recibí una educación severa y esto me ayudó a convertirme en una persona independiente. Mis padres cuidaron siempre de mi bienestar económico, y por esto les agradezco, pero, a causa del trabajo, siempre fueron dos entidades ausentes. Por esta razón, siempre busqué una familia alternativa en sitios distintos (los amigos, los profesores, etc.), con otras tantas desilusiones. En estos últimos dos años, estuve con un chico que tiene una historia muy parecida a la mía, y durante dos años él fue mi familia. Le amaba mucho, pero sentía que había envidia de su parte, porque yo empezaba a obtener mis primeros reconocimientos como dibujante de historietas, mientras que él, por más que se esforzara, no conseguía madurar como dibujante. Naturalmente, él se felicitaba conmigo, pero yo percibía la envidia en sus sonrisas forzadas y en sus ocurrencias. La situación se hizo insostenible desde que me aceptaron en una famosa academia. Desde ese momento, sus sentimientos reales salieron a relucir (él no tiene las posibilidades para frecuentar la universidad) y cambió completamente. Se convirtió en una persona enfadada y frustrada, y desahogaba sus frustraciones conmigo: al final, lo dejé. Racionalmente, sé que hice bien, pero estoy muy decepcionada, y pienso que nunca tendré una familia mía. En un momento cuando mis objetivos se están realizando, no consigo disfrutarlo, a causa de mis sentidos de culpa.

ALEJANDRO JODOROWSKY RESPONDE:

Querida Alice, tu problema viene de que tus padres, como lo dices, fueron dos entidades ausentes. Para el acto de psicomagia que te aconsejo, lo ideal sería que consiguieras que tu padre y tu madre colaboraran, pero si están separados , distantes o muertos, puedes hacerlo con dos amigos, o dos terapeutas, un hombre y una mujer. Él tendrá en el pecho la fotografía de tu padre. Ella, la fotografía de tu madre. Un tercer amigo (hombre) te pondrá en medio de tus “padres”, como en un sandwich, y os atará a los tres con una cinta roja, que los envolverá de los tobillos hasta el cuello. Una vez así atada en compañía, tu amigo atador te besará en la boca hasta cansarse. Luego te depositará en la lengua dos terrones de azúcar. En uno habrás escrito: un niño; en el otro: una niña. Cuando te hayas comido esos dos terrones, chupándolos sin masticar, el cortará la cinta roja. Dirás adiós a tus “padres” y con tu amigo irás a enterrar la fotos de tu padre y la de tu madre, más la cinta roja. Plantarás sobre eso, tres matas floridas.

(Si no comprendes el porqué de estas acciones, te las explico: en tu inconsciente se ha formado la creencia, con toda razón, de que tu padres habrían sido más presentes con un hijo. El hecho de que fueras niña, los distanció. Cuando derrotas en la competencia a tu “hermano” (“un chico que tiene una historia muy parecida a la mía”) es decir al héroe masculino esperado por tus padres, te llenas de culpa, porque sientes que como mujer no debes usurparle el puesto. Hago que te aten a tus progenitores con una cinta roja, color de un gran amor que los obliga a estar presentes. El que te ate te besará en la boca hasta cansarse, así tú les mostrarás a tus padres que una mujer puede ser digna de amor, de pasión, de admiración, etcétera. Los dos terrones de azúcar harán comprender a tu inconsciente que tiene igual valor nacer hombre o nacer mujer.)

Aunque suene duro, algunas veces “somos cómplices de lo que nos sucede”.

Alejandro Jodorowsky: Muchas veces somos cómplices de lo que nos sucede. Sembramos circunstancias desfavorables, diciéndonos que tenemos “mala suerte”. Acusamos al mundo de lo que nosotros mismos nos hacemos. Esta fábula puede ser útil:

En una selva exuberante, llena de animales dedicados a la tarea de devorarse los unos a los otros, de convertirse en plaga para los árboles a riesgo de exterminar su mundo, de invadir nidos ajenos, o de conquistar territorios ricos en alimento, un león se hizo emperador. Cada mañana le era ofrecida una docena de bestias varias para su desayuno. No tenía más que abrir el hocico para que las víctimas, convencidas por los ancianos de lo sagrado de su sacrificio, metieran voluntariamente la cabeza entre sus colmillos. Después de la copiosa comida, el felino dormía profundamente y sus ronquidos eran escuchados hasta los extremos límites de la selva, dando paz a todos, no porque cumplía con su deber sino porque en esos momentos se tenía la seguridad que nada malo iba a hacer… Un día un explorador se topó con la bestia dormida. Era tan enorme el animal que el hombre tembló, transpiró, removió su mengua seca y lleno de terror, hincándose ante las fauces nauseabundas, imploró: “¡Por favor, no me comas!” El león, feliz en su lecho de hierbas frescas, entregado a la digestión, profundamente dormido, no se dio por enterado. El hombre gritó hasta rasparse el gaznate: “¡Te lo ruego, no me comas!” El monarca no lo oyó. El viajero, exasperado, se acercó a él y tomándole las mandíbulas, las separó para meter su cabeza ahí y gritar entre los colmillos: “¡No me devores, por favor!” El león no se despertó. El señor pegó la boca a su oreja peluda y llenando sus pulmones expulsó violentamente otra vez su pedido: “¡No me comaaaas!” Furioso porque el animal no lo tomaba en cuenta, se lanzó sobre él hecho un remolino de puñetazos y patadas. Decidido a todo, juntó sus pies y saltó sobre la cola del monstruo para reducírsela a papilla. El león, adolorido, abrió los ojos. Vio al energúmeno atacándolo. Estalló en real cólera y abriendo sus fauces apresó al explorador para partirlo en dos. Éste apenas tuvo tiempo para quejarse: “¡Qué mala suerte tengo! ¡Me está devorando un león!”.

Nosotros mismos provocamos la mayor parte de nuestros males. El primer paso para solucionar un problema es lograr el equilibrio interior.

El ego es el que nos mata

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Esto nos lo dice Alejandro Jodorowsky en sus obras, conferencias y entrevistas, pero también lo ilustra de manera preciosa esta historia:

Érase una vez un científico que descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de la reproducción.Un día se enteró de que andaba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias de sí mismo. La Muerte no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico, de modo que los dejó a todos en paz. Pero no por mucho tiempo, porque como era un experto en la naturaleza humana se le ocurrió una ingeniosa estratagema. Regresó de nuevo y dijo:

-Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo, sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto.

El científico pegó un salto y gritó:
-¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?
-Justamente aquí, respondió la Muerte, mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo.

Todo lo que hace falta para descubrir al ‘ego’ es una palabra de adulación o de crítica.

Los periodistas no pueden decir lo que piensan

periodicos

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¿Podría usted definirme «PERIODISTA»?

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Alejandro Jodorowsky en Twitter, Alejodorowsky

Imagen: Angela Taratuta.

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Alejandro Jodorowsky en una entrevista propuso inaugurar una UNIVERSIDAD DEL PERIODISMO. “Allí se les enseñará que su actividad es una de las más importantes para la construcción de un país. Cada letra que escriban debe ser un ladrillo positivo para mejorar el mundo. Aprenderán la honradez y la objetividad”

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DECÍA MI ABUELO…SOBRE LOS PERIODISTAS

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