Avanzó por una amplia avenida flanqueada por jardines con árboles frondosos y el más exquisito mobiliario urbano. Carriles para las bicicletas, caminos laterales para practicar senderismo, madera de calidad en los bancos para descansar en un entorno idílico de vegetación muy cuidada.
En cada una de las tres rotondas por las que cruzó había una escultura de tamaño descomunal. Le llamó la atención, porque no pasaba precisamente desapercibida, la última de ellas que mostraba a escala el planeta Júpiter.
Aquella avenida tan gigantesca solo servía para acceder a tres mansiones. El promotor del proyecto las vendía a ocho millones de euros cada una de ellas.
Todo es relativo, pensó. Si en la zona más cara de la isla de Manhattan se acababa de vender un duplex por 100 millones de dólares, este proyecto resulta infinitamente más económico.
Pero aquello no era Nueva York, sino una zona bastante más humilde y además las casas no estaban construidas, solo estaban terminados los accesos. Era como un libro con tapas de oro que no contenía ni una sola página escrita en su interior. Un proyecto para impresionar que parecía absolutamente desmesurado. ¿Pura apariencia?
Sonó el despertador… Su inconsciente le había mostrado información sobre un personaje que conocía en la vida real (aunque en ella no vendiera casas). ¿Se trataba de un vendedor de sueños imposibles?
PD: Hay muchos tipos de sueños e infinitos libros repletos de recetas. Estas solo son ejemplos y caeremos en una trampa cuando tratamos de interpretarlos literalmente ajustándonos a lo que señale una receta concreta.
Si interpretamos los sueños como cartas que nos enviamos a nosotros mismos (desde algún lugar desconocido de nuestro inconsciente) solo nosotros estaremos en condiciones de extraer su contenido acertadamente.