Creemos que el móvil es una de las cosas más valiosas de nuestra vida, la más necesaria, lo miramos nada más levantarnos, lo cuidamos y recargamos la batería a diario.
Es necesario desarrollar otro tipo de interacciones que reduzcan el número de alertas que recibimos a diario. Yo abogo por una tecnología más calmada, y creo que tendemos a eso.
A la gente la atropellan por la calle porque van mirando el móvil.
Esa dependencia es un signo de infelicidad, deberíamos ser capaces de desconectarnos al menos una hora al día. El cerebro sufre con la conexión constante. Necesitamos más tiempo humano.
Esa era la promesa de la tecnología.
Sí, que nos dejaría más tiempo para nosotros, pero la realidad es que vivimos dentro de una red inmensa muy centralizada, invadida de notificaciones y publicidad encubierta. Necesitamos redes sociales más saludables y mientras no sea así debemos protegernos.
¿Protegernos?
Sí, no solo nuestra privacidad, también debemos controlar la ingente entrada de mensajes en lugar de ser controlados por ellos. Poner de vez en cuando el móvil en modo avión, desactivar las notificaciones y no consultar la red continuamente.
Es de sentido común.
Pero es dificilísimo de hacer porque el sentido común y las emociones no casan bien, y las compañías que controlan las redes sociales viven de orquestar nuestras emociones. Se necesita mucho autocontrol para desconectar del trato virtual con gente que aparenta ser estupenda y quedar con un amigo de carne y hueso.
Hay movimientos que intentan ayudar a controlar la dependencia tecnológica.
Sí, te dan herramientas para volver a recuperar tu tiempo. Yo lo uso, tengo un programa que cuando quiero entrar en Facebook me muestra una frase inspiradora.
¿Y ya no entra?
No. Y tengo desconectado el aviso de entrada de correo; cuando quiero consultarlo voy y lo veo. Es una manera de proteger tu atención, es decir: atender a lo que tú decides atender.
¿A qué grado hemos llegado si ya no somos dueños de nuestra atención?
El porcentaje de gente que debido a la tecnología duermen menos horas de las debidas, tienen las emocione a flor de piel, se pelean en las redes sociales y se sienten ofendidos y dolidos, no deja de crecer.
El móvil se ha convertido en algo muy íntimo.
Dormimos junto a él, al despertar es lo primero que miramos, antes incluso que a la pareja. Lo utilizamos como sustituto de los tiempos de descanso, de manera que no desconectamos y nuestro cerebro cada vez retiene menos información.
¿Y todo eso a cambio de me gusta?
Debemos diseñar una vida que nos de más tiempo para lo humano. Necesitamos aburrirnos, porque son en esos momentos en los que reflexionamos y somos más creativos. Sin espacio ni tiempo no hay creatividad posible y la gente sufre de ansiedad y depresión.
Lo dicen los estudios.
Estar en línea todo el rato nos hace sentir que no somos adecuados ni suficientemente importantes. Las redes están llenas de gente que hace cosas increíbles, y eso acentúa nuestra falta de autoestima. Colgamos los detalles de nuestra vida y permitimos que nos juzguen.
La gente confunde estar conectado con estar acompañado, y les sienta bien.
La red es una herramienta fantástica que te conecta con el mundo, pero hay que preguntarse si esas conexiones te hacen feliz. La red virtual no puede sustituir a la red social.
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Extracto de una entrevista con Amber Case, antropóloga, estudia cómo nos afecta la tecnología.
Fuente: La Vanguardia