Todos los caminos conducen a Roma es un viejo dicho que se aplica de forma más literal de lo que quizás sería necesario. Todos los caminos conducen a Dios, pero están llenos de peajes, porque Dios si, está en todas partes, pero parece que atiende en iglesias, mezquitas, sinagogas o en lo del gurú de turno y su receta magistral. ¿Qué duda cabe?
Entonces aparece esa idea de Dios, tan dividida como mi juicio, tan fragmentada como mi mirada. En donde el otro es otro y no otra versión de mí que me permite experimentarme. En donde los juicios dividen y nadie está seguro de no salir lastimado si se mueve de acuerdo a lo que siente.
¿En qué momento decido apropiarme de esa verdad que es Dios y reducirla a ese fragmento que me permito ver? ¿Por qué necesito tener un Dios fragmentado? ¿Por qué necesito que esté ahí? ¿Por qué decido que no está allá? Y si lo negara, ¿podría tapar ese cumulo de preguntas que me llevan a su búsqueda?
¿Por qué? ¿Cuál es mi experiencia de Dios? ¿Cuáles son las fibras que me mueven? ¿Qué es eso que me hacen sentir uno con el todo?
¿Y si se estuviera experimentando a sí mismo en esta danza que es la realidad? ¿Y si fuera su propio partenaire?
¿Bailamos?
Mi nombre es Érica Valeria Peters, nací hace 42 años en el seno de una familia de campo de la llanura pampeana. No sé si fue el desconcierto geográfico, las horas mirando el horizonte o la biblioteca que me lego mi madre lo que genero este carácter reflexivo, pero lo concreto es que disfruto dándole una segunda mirada, un intento de capitalizar una enseñanza en todo lo vivido.
Me dedico a realizar terapias de Armonización Energética y Restauración Áurica, además, junto con un amigo, realizamos encuentros de reflexión y trabajo consciente, sobre el poder simbólico del lenguaje, los pensamientos y las emociones.