Sobre deseos homosexuales reprimidos. Acto psicomágico.

Sobre deseos homosexuales reprimidos. Acto psicomágico.

Alejandro Jodorowsky:

Querido emarenda:
Luego de yo darte dos actos de psicomagia, seguiste insistiendo con muchos twitts, impaciente, para recibir una respuesta más. Te expliqué que tenía una número grande de consultaciones y que si bien te iba a contestar nuevamente, tendrías que hacer una cola que podría durar bastante tiempo antes de que llegara tu turno. Me respondiste con inesperada calma aceptando tu suerte ¡Un buen paso para tu curación! Te has dado cuenta, por fin, que no eres el único que sufre y que hay otros seres humanos que merecen tanta atención como tú. Esto anuncia que puedes pasar del «yo» egoísta al «nosotros» generoso. Para celebrar tu pequeño paso hacia la transpersonalidad, voy a contestarte más rápido de lo que pensabas… Así escribiste:

Hola Jodorowsky, lo siento por mi mal español. En 2005 comenzé a sudar profusamente en las axilas. me sentía desbordando, todo el tiempo, todos los días. Busqué varios tratamientos médicos para “tapar el sudor”, que no mostraron ningún efecto. En junio de 2008, esta constante tensión alcanzó su punto álgido y se reflejó en mi cara, cuya piel se pusó roja. la vergüenza y el malestar que sentía con el sudor aumentaron potencialmente. Pero más allá de los síntomas físicos, me siento tenso todo el tiempo, como ocultando algo, que, siendo yo, me hace sentir una persona falsa. La primera vez que te escribí, quejándome de mi cara roja, usted me dijo que pintara todo mi cuerpo y cara de rojo y marchara con orgullo por la calle, sólo con un calzoncillo, yo lo hice, mi novia me acompañó a distancia, como lo permitido. Me gustó mucho el acto, más de lo que imaginaba, caminé 5,5 km y no me sientí ofendido con las personas, sus miradas y risas. El acto me llevó a darme cuenta de que para una persona que siempre trata de ocultarse, aparecer es muy bueno. Pero después del acto, todavía sentía que ocultaba este sentimiento. Le escribí y recibí otro acto psicomágico: atar a mi padre a una silla y confesarle, con orgullo, mis deseos incestuosos. Me di cuenta de que ambos actos estaban pidiendo ‘orgullo’, algo que siempre rechacé. Mi padre y yo nunca nos hemos llevado muy bien, sólo en los últimos dos años empezamos a mejorar y pude verlo más comprensible y amoroso. No sé lo que son los deseos incestuosos que tengo con él, pero aun sin sentido para mí, me pusé a confesarlos. Hice el acto dos veces, porque lo primero actué con más miedo que orgullo y el tono no pareció sincero. En el segundo tomé una postura más audaz, dije que siento esta cosa, esta tensión, esta prohibición y que es probable tiener algo que ver con él, dije que todo lo que quiero es aparecer, libertad, aceptarme. Mi padre dijo que siempre trató de mirarme, pero siempre me oculté, como si tuviera miedo, vergüenza. nos hablamos mucho. Por último, para mi sorpresa, él dijo que nunca me había visto desnudo, tomé coraje y me quité la ropa, le desaté de la silla y mi padre se puso desnudo también. Me sentí muy bien, nos abrazamos. Después del acto, escribí para preguntar cómo puedo llevar a cabo la sensación que todavía quedaba atascada en mí, energía sexual, rabia, no lo sé. Quiero dar las gracias por todo, por estar ayudando a transformar mi vida de una manera muy valiosa.

Respuesta de Alejandro Jodorowsky:

Escribes «comenzé a sudar profusamente en las axilas. Me sentía desbordando». Por tu modo de escribir deduzco que eres muy joven. Las axilas, tanto como el pubis, son sitios capilares que tienen que ver con la sexualidad. El olor de la transpiración axilar nos recuerda nuestra animalidad. Cuando te sentías desbordando, en cierta manera rechazabas unos deseos sexuales que te incomodaban. Como no puedes «tapar el sudor» te avergüenzas y ruborizas.»Más allá de los síntomas físicos, me siento tenso todo el tiempo, como ocultando algo». De inmediato, con tus palabras, imagino un falo tenso, difícil de disimular. A pesar de que tienes novia, me permito decirte, sin ningún ánimo de crítica, que reprimes deseos homosexuales. Al darte el primer consejo de psicomagia, te eliminé la molestía del enrojecimiento facial, pero «el acto me llevó a darme cuenta de que para una persona que siempre trata de ocultarse, aparecer es muy bueno . pero después del acto, todavía sentía me ocultar este sentimiento». ¿Ves? En el fondo no se trataba de eliminar el problema del rubor, sino de algo más profundo: tus deseos sexuales. Intuí, no te puedo explicar cómo ( no soy un terapeuta científico sino un artista terapeuta) que tenías un problema con tu padre. Más aún: que te daba vergüenza que tu padre captara tu posible homosexualidad. Intuí también que entre tu padre y tú había una dificultad de comunicación. También intuí que tu padre tenía tu mismo problema: también refrenaba sus deseos homosexuales. ¿No te parece extraño que tu padre, así como así, se deje atar en una silla no sólo una vez sino dos veces? «(Le) dije que siento esta cosa, esta tensión, esta prohibición y que es probable tiener algo que ver con él, dije que todo lo que quiero es aparecer, libertad, aceptarme. Mi padre dijo que siempre trató de mirarme, pero siempre me oculté, como si tuviera miedo, vergüenza.» Te ruego que leas tus frases comprendiendo que se trata en el caso de ambos, tú y tu padre, de deseos homosexuales reprimidos.»Por último, para mi sorpresa, él dijo que nunca me había visto desnudo, tomé coraje y me quité la ropa, le desaté de la silla y mi padre se puso desnudo también». Se abrazan y se reconocen como iguales, se aceptan, pero claro está, atribuyendo lo que sucede a una normal ternura, pero el reconocimiento de la íntima naturaleza sexual de ambos queda en el silencio. Por eso escribes: «cómo puedo llevar a cabo la sensación que todavía queda atascada en mí, energía sexual, rabia, no lo sé»… Si esto que te digo no te horroriza (porque es tal la represión de tu sexualidad que transpiras molestamente durante años) haz este simple acto psicomágico: Invita a tu padre a ir contigo a tomarse una cerveza en un café homosexual. Comenta con él, libremente, los fantasmas eróticos que te despiertan los parroquianos. Baila un tango con tu padre. Eso bastará para que ambos se liberen y cada cual encuentre su camino hacia la felicidad amorosa.