Es común decir que los árboles provienen de las semillas. Pero, ¿cómo puede de una pequeña semilla salir un árbol enorme? Las semillas no contienen los recursos necesarios para hacer crecer un árbol. Estos deben provenir del medio o entorno en el que el árbol crece. Pero la semilla proporciona algo que es crucial: un lugar donde el todo del árbol comienza a formarse. Dado que los recursos como el agua y los nutrientes entran, la semilla organiza el proceso que genera el crecimiento. En cierto sentido, la semilla es una puerta de entrada a través de la cual la posibilidad futura del árbol vivo emerge1.
Según las enseñanzas espirituales, existe en nuestro interior una semilla – espiritual – de espíritu. Este texto me hace reflexionar sobre esa semilla de espíritu que llevamos dentro. Suponiendo que tomamos por ciertas las enseñanzas espirituales de múltiples culturas que nos dicen que El Espíritu, Dios, o como quieras llamarlo habita en nuestro interior ¿cómo un cuerpo mortal puede llegar a desarrollar un espíritu? En analogía con el hermoso escrito de la semilla, se podría decir que nuestra semilla espiritual es una puerta de entrada a través de la cual la posibilidad futura de El Espíritu emerge. La semilla espiritual que llevamos dentro proporciona un lugar donde El Espíritu comienza a formarse. Los recursos espirituales entran y la semilla organiza el proceso que genera el crecimiento de El Espíritu en nuestro cuerpo.
Si este hecho fuese así…¡Menuda responsabilidad! ¿Qué deberíamos hacer como seres humanos portadores de una semilla espiritual para que esta germine y haga que crezca El Espíritu?…
¿Comprar un suelo fértil, abono, regarla?
En estos momentos recuerdo una reflexión del Maestro Zen Hogen-San que tal vez nos inspire:
Creo solo estar aquí y no hacer nada es lo más importante, lo más sabio, el trabajo más grande en este mundo para un ser humano2.
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Aportaciones de David García para Plano Sin.