Una raya en el pasillo separa el viejo suelo gris del nuevo suelo amarillo. A uno y otro lado de esa raya conviven desde septiembre dos modelos pedagógicos muy distintos. En el lado gris siguen con sus lecciones de toda la vida. En el lado amarillo los niños trabajan por proyectos y en grupos. A un lado hay asignaturas, exámenes y un timbre que marca las horas. Al otro, el trabajo es interdisciplinar, los horarios son flexibles, la evaluación es continua y las ciencias se aprenden haciendo un trabajo sobre reciclaje. Siglo XX, siglo XXI.
“El alumno es el centro del nuevo modelo”, explica Minerva Porcel, directora pedagógica del cambio en el Claver, paseando entre las mesas de colores. “Los niños aprenden haciendo, son más autónomos, el trabajo es colaborativo, los profesores hacen preguntas, no dan las respuestas…”.
Aunque se hayan visitado antes colegios alternativos, lo llamativo del Claver es que está mutando. Pasillo con pasillo, se puede ver un cole de toda la vida y uno distinto. En el lado gris hay pupitres (el del maestro, al frente), pizarras y puertas con ventanucos que permanecen cerradas. Niños en silencio que miran al frente. Las aulas de los pasillos amarillos, sin embargo, son transparentes, con enormes ventanales y las puertas siempre abiertas. Hay gradas y las mesas tienen ruedas para poder agruparse. Los niños hablan y se mueven con libertad. Bajo enormes lámparas tubulares hay zonas comunes con sofás, pufs, o un jardín vertical que están construyendo ellos mismos. En el aula de los pequeños hay un anfiteatro pistacho que en uno de sus extremos se convierte en tobogán. Visualmente, los jesuitas han hecho con estas aulas lo que Google hizo con sus oficinas.
Como en Silicon Valley, el gran cambio es la forma de trabajar. “Los profesores te explican un poco, pero somos nosotros los que tenemos que observar, investigar, ir probando…”
Es lo que la pedagogía llama “aprendizaje por descubrimiento guiado”. “No es que no haya un control, sino que los niños son menos conscientes de él, y más activos, igual que no es que no haya libros, es que no solo hay libros… El mundo es el aula”, explica Minerva Porcel, que pasó tres semanas en Finlandia estudiando su sistema educativo, considerado uno de los mejores del mundo. “Este proyecto bebe de muchas fuentes”, explica. “De las inteligencias múltiples de Gardner a la educación nórdica”.
Aunque hay clases específicas —de matemáticas o alemán—, el grueso del día fluye sin una pauta marcada por lecciones y los chavales se organizan a su propio ritmo. El ambiente bulle, sí, pero hay una evidente concentración. Los niños no deambulan, se mueven con propósito. Se les ve motivados, y a sus profesores también. Nadie parece aburrirse.
“Es más divertido y aprendes igual”, dice María Solá, de 13 años. “A lo mejor no igual de rápido, pero se te queda más”. Los proyectos duran tres semanas y se trabajan en grupos de cuatro o cinco. “Si trabajas individualmente, solo tienes una idea”, explica Sergio Arazo, de 13 años. “En grupo se te ocurren más y puedes elegir la mejor”.
“Antes tenías una asignatura que duraba una hora, y luego otra, pero en los proyectos tocas dos o tres materias a la vez”
El otro gran cambio es que las dos clases de 30 alumnos se han fundido en una de 60 que cuenta con tres tutores multidisciplinares (científico, lingüista, humanista) que están al mismo tiempo en la misma clase. “Para nosotros el día a día ha cambiado totalmente, antes dabas clase encerrado y ahora nuestro trabajo en equipo es un ejemplo para los niños”, dice Xavier Solé, que pasó un trimestre formándose a tiempo completo para la nueva etapa. Siempre había intentado probar cosas nuevas, pero no era fácil llevarlas a cabo. Ahora me siento apoyado”. “El trabajo es mucho más creativo”
“Hay otros colegios con proyectos innovadores, pero esto son los jesuitas, la significación es distinta” “Hace siglos fueron ellos los que implantaron los patrones de lo que ahora consideramos el aula tradicional: no son cualquier cosa”. “Ahí reside precisamente la bomba: una orden religiosa viene a agitar las aguas estancadas del sistema educativo español y a dar sopas con honda a la escuela pública”, escribía el experto en su blog. “La escuela convencional ha de evolucionar, porque está basada en un mundo que ya no existe”
Fuente: El País