En los clásicos juegos de mesa, las normas están escritas y se consensúa cumplirlas por todos los jugadores. No por jugar muchas veces las reglas del mismo se transforman y adaptan a los cambios de los jugadores.
En las relaciones de pareja también se consensúan, más o menos explícitamente, unas normas para reglar los “juegos de roles en los que participan” sus miembros.
¿Las reglas de esos juegos van transformándose a medida que va evolucionando la relación?
Podemos pensar en una pareja que comienza su andadura en un momento en el que uno de los dos ejerce el papel de “padre» y otro el de “niño”: el primero protege y nutre al segundo que se siente necesitado y dependiente del primero. Este equilibrio de roles se mantiene hasta que el que hace de niño sufre un revés en su vida que le hace madurar o sana a su niño interior en una terapia. Su nuevo rol de adulto busca en la pareja una correspondencia de relación horizontal (adulto-adulto), la reedición de las normas debe adaptarse a la nueva situación. El que hacía de padre podrá también superar su codependencia, o resistirse, enrocándose en las antiguas reglas del juego, resistiéndose al nuevo equilibrio del sistema.
Esto es solo un ejemplo para tomar consciencia de como en el desarrollo de una relación de pareja suceden pequeños y grandes cambios. Se van añadiendo nuevos matices, y la relación se va coloreando de tonos frescos y renovados que no se sostienen en una rígida lista de normas, hábitos y roles inamovibles. Una pareja sana sabe aprovechar cada crisis para seguir creciendo. En una pareja sana hay apertura a la renovación y…¡muchas ganas de seguir jugando!