Álvaro Sánti: Anoche, mientras observaba la pantalla de una lámpara de papel roja que tengo en mi dormitorio, descubrí que una de las arrugas dibujaba la forma de una cruz invertida. Si yo fuera una persona supersticiosa entraría en pánico creyendo, tal vez que, pudiera tratarse de una señal diabólica. Esto me condujo a una reflexión sobre la importancia de significar a nuestro entorno de tal manera que nos permita enaltecerlo y embellecerlo.
Para conducir mi reflexión decidí utilizar el Tarot como una estructura que me permitiera pensar con una perspectiva más amplia.
Las cartas que surgieron fueron las siguientes:
EL MUNDO EL COLGADO LA TORRE
En El Mundo puedo observar a una persona que se encuentra de pie, en El Colgado a una persona que pende cabeza abajo (podría tratarse de la misma persona representada en El Mundo ya que ambos cruzan sus piernas) y en la torre a dos personas que abandonan un edificio para tocar con sus manos la tierra.
Los personajes que ilustran estas tres cartas realizan un gesto, un movimiento que parte de lo ascendente hacia lo descendente cuando El Colgado invierte su posición. Este gesto rima con la inversión de la cruz y dirige nuestra atención hacia la tierra y sus profundidades. Ha llegado el momento de penetrar en la tierra, en nuestro aspecto material, para bucear en nuestra dimensión subterránea, instintiva, inconsciente hasta alcanzar nuestro centro luminoso.
Después de analizar estas cartas dibujé dos cruces, una derecha y la otra invertida. Una cruz está formada por dos líneas; una línea horizontal cruzada por una vertical más extensa. Cuando la cruz está en su posición derecha la línea horizontal se ubica cerca del extremo superior de la línea vertical. Si nosotros, en nuestra condición humana, nos ubicamos justo en el punto de intersección de ambas líneas, como resultado de la unión del tiempo y del espacio, realizaremos un impulso hacia niveles superiores, abriremos nuestra mente para intentar recibir el misterio del universo y ampliaremos nuestra conciencia. En cambio, cuando la cruz se ubica en posición inversa, la línea horizontal desciende hasta un poco antes de alcanzar el extremo inferior de la línea vertical, señalando un descenso interior que nos enfrentará cara a cara con nuestros instintos que tanta mala reputación han adquirido de parte de ciertos movimientos religiosos hasta el punto de denominarlos demoníacos en el peor sentido del término. Conocer nuestro lado menos civilizado, nuestras potencias primarias, nuestras pulsiones profundas y desatar los nudos allí establecidos es tan necesario como aspirar a niveles superiores: es una plataforma que podemos utilizar como pista de despegue para nuestros potenciales.
Nuestra existencia se manifiesta en un plano material. Es allí donde debemos descubrir la divinidad luminosa no en promesas de paraísos distantes. Es en nuestro cuerpo, en nuestro trabajo, en nuestra relación con el dinero, en nuestras actividades cotidianas donde se encuentra aquel misterio que nos conecta con nuestro origen divino.