A veces miramos atrás, hacia una etapa pasada de nuestra vida y nos vemos desprovistos de recursos. Decimos “tenía que haber actuado de otra manera”, “no me defendí lo suficiente”, “debería haberle dicho…”, “ojalá hubiese sido más fuerte”, “¿por qué no estuve más atenta o atento?”.
Desde la perspectiva del presente, podemos percibir a nuestros “yos pasados” como torpes o excesivamente vulnerables. Sabemos que vamos evolucionando biológicamente y también crecemos aprendiendo con la experiencia y por modelaje, repitiendo actitudes y patrones de comportamiento de las personas que nos rodean. Lo podríamos explicar por medio de una metáfora:
Imagina que todos nacemos con una cesta que nos acompañará toda la vida. Lo llamaremos “el canasto de los recursos”. Es una suerte que venga ya con uno de ellos dentro, pues un recién nacido cuenta desde el principio con un recurso de interacción poderosoíssimo: ¡el llanto!, tan necesario para la supervivencia del bebé.
Más adelante, durante la infancia y la adolescencia, la cesta se va llenando con la sonrisa, el lenguaje, el poder de desplazarnos, anticipar acontecimientos, etc., de todo lo que nos es útil para cubrir las necesidades esenciales, biológicas, intelectuales, afectivas y sociales.
Los recursos psicológicos para autorregularnos emocionalmente, reafirmarnos, ser asertivos, estar presentes en la experiencia, escuchar nuestras voces interiores con compasión, integrar sanamente lo que nos sucede, etc., no empiezan a llenar el canasto hasta la etapa de la adultez.
Cuando mires hacia atrás y sientas que fallaste, puedes practicar el siguiente ejercicio: acomodarte y cierra los ojos, visualiza en esa etapa de tu vida (puede que en tu niñez), lo que había en tu cesta. ¿Qué faltaba?, ¿qué hubieses necesitado para actuar de una manera más adecuada? Te invito a continuación a traer a tu imaginación un encuentro entre tu “yo pasado” y tu “yo actual” en el contexto en el que siente que te faltaron recursos y deja que tu “yo actual” ayude a tu “yo pasado” con los recursos que hoy tienes en la canasta. Empodéralo. Resuelve con éxito el episodio. Respira y siente como esas fortalezas se expresan en tu cuerpo. Para que se grabe bien esta reedición del recuerdo, repite este ejercicio durante al menos una semana.
Como decía Berkeley Breathed , “nunca es tarde para tener una infancia feliz”.