Alejandro Jodorowsky: ¡Cuantas personas se quejan de que quieren realizar algo pero no encuentran los medios económicos para hacerlo! Estuve en una terraza frente a la columna de la Plaza de la Bastilla, bebiendo un té con un escritor de teatro y un muy buen director. Ambos se quejaron: han escrito una comedia musical y formado un conjunto de aficionados dispuestos a todos los sacrificios, pero no encuentran productor porque no consiguen para el reparto la colaboración de una estrella de cine o de televisión. Estaban desesperados. Entonces les conté una visita que tuve en mi apartamento de Nueva York, en la época en que mi filme «El Topo» comenzaba a exhibirse:
Una pareja de jóvenes, delgados, de mirada penetrante, con un fuego interior que acusaba un gran misticismo, vinieron a invitarme para que asistiera a una representación de su compañía teatral. Yo sería el único espectador. Me buscaban como público porque habían visto mi película y les gustaba. Antes de la función cenaríamos juntos.
En su pequeño apartamento, no más de 50 metros cuadrados, comimos los tres ceremoniosamente. Al terminar la delicada cena, sólo pasteles, pregunté: «¿A qué teatro vamos?». Me respondieron: «El espectáculo es aquí mismo». Y en un rincón del escuálido cuarto, descorrieron una cortina y me mostraron una maqueta de teatro. Ellos la habían construido.
La muchacha se sentó de espaldas a mí y, acompañándose con una guitarra, comenzó a cantar las melodías de fondo mientras que él, con cien geniales pequeños muñecos, accionándolos, cambiando de voces y, en estado de trance, me presentó durante dos horas la obra de teatro más impresionante que he visto en mi vida.
Nunca los olvidaré. Era arte puro. Una obra musical en Estados Unidos, cuesta millones de dólares. Hay que hacer todas las concesiones del mundo. Pero ellos, en medio de su pobreza, decidieron realizar la obra en su propio cuarto, una vez por noche, eligiendo en cada ocasión a su único espectador.
Han pasado los años. Es posible que muchos selectos espectadores hayan visto la obra guardando de ella un recuerdo imborrable. Pensé en David: si venció a Goliath fue porque reconoció que era más débil que él y entonces se batió de acuerdo a sus medios.
Abandonamos la Bastilla. El escritor y el director se fueron decididos a realizar su comedia, sin ilusiones pero sin concesiones, adaptándose a lo poco que la realidad les ofreciera.