
Todos escondemos algo, no solo a los demás, sino fundamentalmente a nosotros mismos. Vamos a visualizarlo como si se tratara de una caja en la que guardamos nuestras obsesiones más inconfesables e irracionales.
Obsesiones que en gran medida se gestaron durante nuestra infancia, en la que entre otras muchas cosas, no entendíamos los comportamientos erráticos de los que nos rodeaban.
Durante gran parte de nuestra vida no queremos saber nada de ese «punto oscuro» que nos genera obsesión. Está enterrado (Juan Trigo lo trabaja analizando la posición de Plutón en una carta natal) por tanto para llegar hasta allí hay que hacer un trabajo personal.
Si un día nos ponemos a cavar hasta llegar a la caja, nos atrevemos a abrirla y a mirar en su interior. Al sacar su contenido a la superficie, ¿qué encontraremos?
Probablemente nos daremos cuenta de que no era real, ni tan turbulento, lo que imaginábamos. También es cierto que no podremos volver a cerrarla. Sucede igual con la vida cuando algo nos la transforma, resulta imposible volver al punto en el que estábamos anteriormente.
En este ejercicio habremos descubierto nuestra capacidad para profundizar y que las obsesiones, una vez trabajadas, pueden convertirse en recursos personales que podremos utilizar en nuestra vida.
Finalmente es probable que lleguemos a la conclusión que nuestra caja en realidad era un tesoro muy valioso que nos habíamos ocultado. Pero el trabajo hasta llegar a ella, conviene no olvidarlo, será siempre personal e intransferible.
No hay dos personas, ni dos cajas exactamente iguales. En esta tarea, que nadie puede hacer por nosotros, sirven de muy poco las generalidades.
¿Nos ponemos manos a la obra?
2 Comentarios
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Magnífica reflexión . Gracias
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Autor
Gracias a ti por comentar!
Un abrazo