Psicomagia social: Papisas en el Vaticano

Psicomagia social: Papisas en el Vaticano

Alejandro Jodorowsky: El día 7 de abril 2011, es una fecha histórica: grupos de mujeres valientes comenzaron su re-evolución poética. El hecho de que se vistieran de Papisa y visitaran con calma ejemplar el territorio del Vaticano, en Roma, y también en iglesias y catedrales de muchas ciudades del mundo, no debe ser considerado como una protesta motivada por el deseo de compartir un poder religioso, sino un acto de protesta social. Era totalmente justo que este acto de psicomagia-social comenzara en las iglesias del mundo, porque la  exclusión de la mujer de la vida espiritual de la humanidad comenzó precisamente en la religión. Se excluyó a la Diosa-Madre y se dio una importancia absoluta al Dios-Padre, destruyendo en esa forma el equilibrio familiar. El sexo femenino de ninguna manera debe simbolizar una tentación sexual diabólica, la mujer, siempre injustamente  comparada a la mitológica  Eva, no es la tentadora, la que precipita a los hombres al «pecado original», no debe tener como único rol social el ser madre, sino que debe ser el polo complementario del hombre en todas sus actividades , no su servidora humillada… Esto sucede no sólo en la cristiandad sino en todas las otras religiones del planeta. Es lamentable que para excluir a la mujer de la espiritualidad los sacerdotes inventen que aquello es la voluntad de Dios. En ningún texto sagrado se dice esto. Si sólo un hombre, un Papa, es el representante de Dios en el mundo, los niños crecerán creyendo que la realidad es un producto de la mente viril. Las pequeñas niñas crecerán sintiendo que sólo tienen derecho a contactarse con la Conciencia Suprema a través de los hombres. Esto provocará sentimientos dolorosos de inferioridad, y más tarde, la sociedad no contará con el valioso aporte que puede otorgarle la inteligencia y la creatividad femenina. Las papisas son un símbolo necesario en este mundo actual, donde el desequilibrio de los hombres solos, machos, nos ha llevado a la guerra, a las industrias nocivas, a la competición incesante, al egoísmo narcisista, a la aberrante distribución de la riqueza, al envenenamiento de la Tierra. Con los ojos llenos de lágrimas saludo a estas valientes, inteligentes, ejemplares mujeres, que no desean poder religioso sino equilibrio material y espiritual para la raza humana.