
Londres después de la Segunda Guerra Mundial, un hombre estaba sentado en un autobús con un paquete envuelto en un papel marrón en sus rodillas. Era un objeto grande y pesado. El conductor del autobús se le acercó.
-¿Qué es lo que tiene sobre sus rodillas? le preguntó
-Es una bomba sin explotar. La hemos desenterrado en nuestro jardín y ahora la llevo al cuartel de la policía.
-No la lleve sobre las rodillas, le indicó el conductor del autobús. Póngala debajo del asiento.
Esta historia, basada en un hecho real, nos parece una verdadera locura en la actualidad. Nadie en su sano juicio llevaría una bomba sin explotar sobre sus rodillas y menos todavía en un autobús lleno de personas. Hoy dejaríamos el tema en manos de especialistas en explosivos para que desactivaran el artefacto, priorizando la seguridad.
Sin embargo es posible que vayamos por la vida como bombas emocionales, inconscientes del poder de las mismas. Como nadie nos ha explicado nada sobre ellas las tratamos como el hombre de la bomba en sus rodillas.
Aprender a gestionar nuestro mundo emocional -los psicólogos son muy buenos aliados- debería ser una asignatura obligatoria, todos ganaríamos en autoconocimiento y en seguridad.