“No quiero que me des motivos para tener celos”, le repetía cada día a su marido. “Quiero serlo todo para ti, poseerte al completo y en exclusiva. Quiero saber dónde estás en cualquier momento del día; lo contrario sería admitir que esto que tenemos es una “pseudo-relación”. Además, sabes que soy la que mejor gestiona todas tus ideas, emociones, deseos y necesidades”.
En aquel instante, recordó las palabras de su madre, poco antes de casarse: “Nunca encontrarás a nadie que se preocupe tanto por ti, que esté pendiente de todo lo que haces. Tu matrimonio es precipitado, ella nunca te podrá dar todo lo que yo te ofrezco. Eres demasiado joven para adquirir tanta responsabilidad”.
Entonces comprendió el sencillo paralelismo: ¡Su relación se basaba en el único modelo que había conocido!
¿Vives en una cárcel a la que nadie, salvo tu pareja, puede acceder? De ese modo nadie te dará aquello que tu pareja no pueda ofrecerte.
¿Por qué llamamos “pareja” a una relación tóxica, en la que una parte emocionalmente inmadura exige lo que no puede dar a la otra parte?