Imagina a un personaje que podemos llamar – tu “Dios interior”- atrapado en una fortaleza situada en una isla fuertemente custodiada. Algo que al parecer describe nuestra actual condición humana interna.
Quieres acercarte para tratar de liberarlo pero la fortaleza (las creencias de nuestro entorno) y los soldados (que toman forma de creencias subjetivas y suposiciones) se oponen.
Por la noche llegas a la isla en una pequeña balsa construida con juncos y te ocultas ayudado por la oscuridad. Los soldados al ver la balsa corren hacia ella, aunque cuando llegan ya se está hundiendo. Unos la desprecian porque no la ven lo suficientemente sólida como para que nadie pueda escapar. Otros creen que como se ha hundido se ha cerrado la vía de escape para el prisionero. Hay quien cree que la balsa trajo a alguien y otros que no lo consideran viable. Incluso el propio prisionero, escuchando todas estas especulaciones, no sabe que pensar.
Sin embargo la pequeña balsa es la que nos ha servido para acercarnos al problema… Y en el caso de que seamos expertos, diseñaremos un método ingenioso para, con la colaboración del prisionero, liberarlo y escapar con un nuevo transporte.
El objetivo final no es otro que el de la autorrealización.
Parábola sufí