Sueño mágico de Alejandro Jodorowsky
Alejandro Jodorowsky: Estoy en mi dormitorio. Apoyándome en el aire con las palmas de las manos, alzo el vuelo. Entonces, decido sentir toda la potencia de mi voz. Dejando que el canto brote de mí, emito con una fuerza casi sin límites unos sonidos que van mucho más allá de la ópera. No he de esforzarme en emitir la voz, la invoco y viene. Solamente debo dejar que me salga por la boca para descubrirla, viva y mágica… Profundamente emocionado, siento que me abro a una dimensión de mí desconocida hasta ahora. Con plena lucidez, abro los ojos y despierto. Siento mi corazón latir con fuerza. Sin moverme, rememoro todos los detalles del sueño. De pronto, llega a mis oídos un canto que no es cercano ni lejano. No es emitido por una voz humana, pero no por ello deja de tener sonoridad humana, es como si todo un barrio de la ciudad cantara. Me parece que el canto llega desde otra dimensión. Pienso que todavía estoy medio dormido y que tengo que observar más lúcidamente lo que ocurre. El fenómeno se repite y me abandono a la escucha, a pesar de que el carácter totalmente nuevo de la experiencia modifica mi ritmo cardíaco. Por un lado, me siento víctima de una alucinación; por otro, me parece que se abre una puertecita hacia lo que podríamos llamar el tercer oído, pero no el tercer ojo, el oído de la “clariaudición”… Me duermo profundamente y, en sueños, me veo en una calle de Montmartre. Camino murmurando: “Era una voz divina, la voz de una diosa. No salía de una garganta, sino que era exhalada por la realidad misma. Provenía de las calles, de las casas y del aire…
Imagen: fotografía de Alfonso Zubiaga