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Sueño mágico de Alejandro Jodorowsky

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Alejandro Jodorowsky: Estoy en mi dormitorio. Apoyándome en el aire con las palmas de las manos, alzo el vuelo. Entonces, decido sentir toda la potencia de mi voz. Dejando que el canto brote de mí, emito con una fuerza casi sin límites unos sonidos que van mucho más allá de la ópera. No he de esforzarme en emitir la voz, la invoco y viene. Solamente debo dejar que me salga por la boca para descubrirla, viva y mágica… Profundamente emocionado, siento que me abro a una dimensión de mí desconocida hasta ahora. Con plena lucidez, abro los ojos y despierto. Siento mi corazón latir con fuerza. Sin moverme, rememoro todos los detalles del sueño. De pronto, llega a mis oídos un canto que no es cercano ni lejano. No es emitido por una voz humana, pero no por ello deja de tener sonoridad humana, es como si todo un barrio de la ciudad cantara. Me parece que el canto llega desde otra dimensión. Pienso que todavía estoy medio dormido y que tengo que observar más lúcidamente lo que ocurre. El fenómeno se repite y me abandono a la escucha, a pesar de que el carácter totalmente nuevo de la experiencia modifica mi ritmo cardíaco. Por un lado, me siento víctima de una alucinación; por otro, me parece que se abre una puertecita hacia lo que podríamos llamar el tercer oído, pero no el tercer ojo, el oído de la “clariaudición”… Me duermo profundamente y, en sueños, me veo en una calle de Montmartre. Camino murmurando: “Era una voz divina, la voz de una diosa. No salía de una garganta, sino que era exhalada por la realidad misma. Provenía de las calles, de las casas y del aire…

Imagen: fotografía de Alfonso Zubiaga

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Claustrofobia, origen y consejo psicomágico

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El miedo a permanecer en lugares cerrados es común a todos los animales. La pérdida de la libertad significa morir, o ser devorado. En el inconsciente de la persona claustrofobica hay experiencias infantiles, o de familiares cercanos y antepasados, de encierros dolorosos o quizás mortales. Si el/la consultante es valiente y está dispuesto a soportar unos momentos su angustia, puede ser curado. Para lo cual, en lugar de huir de su pánico, debe entregarse profundamente a él. Le aconsejo:

Primero, conseguir un ataúd. Luego, acompañado por seis personas caritativas (tres hombres y tres mujeres) dispuestas a realizar un acto terapéutico, acudir a un sitio que esté próximo a un lugar cerrado que le angustie y encerrarse desnudo en esa caja, cuya tapa tendrá un agujero que le permita respirar. Las seis personas cargarán el ataúd y lo depositarán en ese lugar temido. El consultante resistirá el encierro lo más que pueda, luego pedirá que quiten la tapa. Las seis personas así lo harán y, sin sacarlo del ataúd, comenzarán a cubrirle el cuerpo con miel. Luego, lanzando gruñidos roncos, comenzarán a lamerlo entero. Terminado esto, el consultante saldrá de su encierro. Se vestirá con ropa nueva y dará puntapiés contra los muros exclamando: «¡Nada me puede encerrar, mi alma no tiene límites!». Los lugares cerrados, a partir de ese momento, le parecerán amplios.

Si el/la consultante no tiene amistades ni tampoco los medios para reunir seis personas, le aconsejo lo siguiente:

Debe aprender de memoria un texto que, al desarrollar su confianza en una Conciencia suprema, eterna e infinita, liberará su psique de la angustia. El/la consultante, al sentirse encerrado, se quitará el zapato derecho y, apoyándolo fuertemente contra su cabeza, recitará en voz alta:

Sin principio, sin fin, raíz de todos mis gestos, luz que traspasa mis sombras, aliento que reanima al polvo, compendio de todos los tiempos, soy de ti, tengo confianza en ti, si te acepto en mí nada me encierra.

Alejandro Jodorowsky, “Manual de Psicomagia. Consejos para mejorar tu vida”.

Imagen: Monoperro

Lunatique

DIFERENCIA ENTRE REENCARNACIÓN Y RESURRECCIÓN.

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Alejandro Jodorowsky: Hay una gran diferencia entre los conceptos de reencarnación y resurrección. En este texto se favoriza al segundo. En la reencarnación, el alma del difunto entra en un nuevo cuerpo, sin experimentar cambio alguno. No sucede lo mismo con la resurrección. En el primer caso, si tomamos como ejemplo al Dalai-Lama tibetano, este al morir designa en qué localidad nacerá el bebé donde su alma anidará. Según los que creen en esto, el nene, entre varios objetos, designa aquellos que le pertenecían en la anterior reencarnación, es decir, conserva la identidad y la memoria del muerto. Su santa alma no ha cambiado… En los Evangelios se describe otra cosa: Jesucristo muere como un ser humano pero renace como un ser de luz, misterioso, capaz de cambiar de aspecto, desintegrarse, rehacerse, brillar. A sus apóstoles, al comienzo les cuesta reconocerlo. Para aceptar que es su Cristo, Tomás debe meterle la mano dentro de una herida. La resurrección se puede comparar al gusano que se transforma en mariposa. La muerte es el puente que nos hace convertirnos en algo mejor, el alma se transforma, se realiza, se hace luminosa, lo que quiere decir que alivia la oscuridad de las otras almas.

El universo en que nace la vida es un organismo en perpetua transformación. Lo que tiende a no transformarse se petrifica, es expulsado de la vida. El pasado debe empujarnos hacia el cambio futuro, pero las fuerzas inérticas de la familia, la sociedad y la cultura, no quieren que lleguemos a ser el alma libre que nos promete el Cosmos, sino que seamos lo que ellos tratan de ser embalsamados en el deseo de no cambiar. Nos hacen vivir en un pasado pegajoso, convirtiendo al futuro en una vacua repetición del pasado. Para esto usan programaciones que nos embuten en la mente: “Cuando grande, hijo mío, serás un campeón, los vencerás a todos… y tú, hija mía, serás la más bella.” Detenido en el presente, el pasado te tira hacia atrás, luchando con el futuro que te tira hacia delante, sufres sin saber encontrar tu camino, buscándolo en el exterior de ti mismo, cuando en verdad tú mism@ eres el camino, que no es otro que entregarte a la transformadora mutación. Debes morir en vida (gracias a un ayuno intelectual y emocional, domando tus deseos y necesidades innecesarias) para lograr la resurrección, volver al mundo y comenzar a cambiarlo, es decir, a sanarlo.

Imagen: Lunatique