En la puerta de entrada a la casa del maestro hay inscrita una frase: “no te conformes”.
-Maestro, enseñas cada día el valor espiritual de la aceptación, ¿por qué animas a no hacerlo a cada persona que cruza tu puerta?- dice el discípulo.
El maestro le responde:
-Recuerda diferenciar entre estos dos estados mentales: El primero es que adoptas cuando algo te hace sufrir o te molesta en demasía y tomas la forma de ese algo quejándote, culpando, rumiando, victimizándote. Ya no eres tú, te has hecho de la forma de lo que te perturba. Y el segundo es que tienes cuando algo duele o te causa una enorme molestia y profundizas, lo reconoces, ya buscaste soluciones y actuaste si pudiste, pero la perturbación continúa en el presente y lo observas sin juicio, lo acompañas desde la conciencia sin identificarte con ello: es el estado mental de la aceptación.
El discípulo, en el umbral de la puerta, dijo en tono reflexivo:
-Para lo primero bastará con recordarlo de vez en cuando, “no te conformes”; para aprender lo segundo, “acepta”, necesito aún muchas lecciones.
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