Alejandro Jodorowsky: No sólo se aprende triunfando, sino también fracasando. Con bastante vergüenza confesaré algunos de mis incontables fracasos:
Llega un muchacho a mi casa a pedirme que le enseñe la iluminación. El tema de la «Iluminación» (llegar al despertar total del espíritu) me ha apasionado durante años. Le muestro libros acerca del budismo zen, del sufismo, taoísmo, cristianismo esotérico, yoga tibetano, cábala, masonería, alquimia, etc.. Veo que el muchacho está desconcertado. Le pregunto qué le pasa. Me responde: «¡Es que yo deseo aprender a iluminar una obra de teatro y solamente quería que usted me enseñara a manejar bien los reflectores!».
Aprendo a hacer un «mudra» (posición sagrada de los dedos de las manos). Voy a una fiesta. Ahí hay un loco que, me dicen, es un erudito en budismo. Le hago el mudra, entrecruzando mis dedos, para provocar su admiración y lograr que me diga su significado. El loco, con una gran mueca de desprecio, exclama: «¡Diez dedos!».
Voy por una calle, cuando desde el interior de un automóvil estacionado, tres niños me gritan: «¡Adiós!». Respondo al amable saludo y continúo mi camino pensando que los estudios de Yoga me han dado fantásticas vibraciones porque los niños, desde lejos, se sienten atraídos por mi bondad y me dan amor. Pero al volver la cabeza veo que estos niños juegan a saludar con adioses amables a cualquiera que pasa por ahí.
Voy con mi amigo japonés, monje zen, a visitar a un maestro de meditación azteca. Estamos junto a él una hora escuchando sus cantos. Después de la sesión, el sacerdote se pone a fumar. Le digo a mi amigo: «¡Estoy decepcionado, este maestro fuma demasiado!» El monje me pregunta: «¿Y eso te decepciona?» «¡Sí: no es perfecto puesto que tiene un vicio!» El japonés me responde: «¿Qué te interesa más: buscar la perfección en el maestro o en ti mismo? ¡No estudias para que el maestro sea perfecto sino para lograr tú mismo la perfección! Dices que él tiene un defecto: quizás ese defecto sea más pequeño que los que tú tienes.»
Estoy enseñando a mi hijo lo feo que es ser sucio. Una señora, junto a nosotros, le enseña a su hijo lo bello que es ser limpio.