No estés informado. David Testal

No estés informado. David Testal

Toda crisis es espiritual y mental. Y si existe a nivel material es porque la mente la ha proyectado, porque nos han hecho creer que existiría. Es una antigua técnica mágica: si consigo que creas que sucederá, te sucederá, tú solo te conducirás sin darte cuenta a ello. Hace tiempo, a un importante analista del comportamiento económico del ser humano, Nassim Nicholas Taleb, le pidieron, en una entrevista, que diera un consejo que pudiera servirle a cualquiera para ser más efectivo a la hora de tomar decisiones. Rápido y tajante, recomendó no ver nunca las noticias. Y doy fé de la profunda y sanadora implicación de dicho consejo. Las noticias, enfermas, lejos de suministrar información, lo que suelen hacer es configurar en nosotros una imagen del «mundo» sesgada, masticada, y ya obsoleta. Además el sesgo suele ser negativo. Y esta negatividad se graba, aunque no queramos, a fuego en nuestro cerebro poco a poco. No me extraña que los ancianos que creen observar el mundo a través de la televisión piensen, por ejemplo, que el mundo es cada vez más violento y peligroso, cuando lo cierto es todo lo contrario. El sentimiento de empatía es cada vez más amplio, está más extendido y más presente en el ser humano. De hecho esto que llaman «crisis» no es más que la manifestación de una toma de consciencia global, el reajuste necesario. Está claro que algo estamos haciendo «bien» como especie. No sé si lo suficientemente rápido para no extinguirnos, pero algo hemos estado haciendo. Lo que la mayor parte de los periodistas parecen no entender aún es que el observador crea la realidad. Hacen su trabajo como si existiera la objetividad. Esta falta de consciencia equivale a ser capitán de barco creyendo aún que el mundo es cuadrado. Narrar el mundo es crearlo. Es un arte de suma responsabilidad.

El mundo no está lleno de violencia. Las noticias llenan su espacio de la poca violencia que hay en el mundo. Están fomentando el miedo. Pretenden, dicen algunos, hacer consciente a la gente de «lo que pasa en el mundo». Pero eso es imposible. Primero porque no puedes contar todo lo que sucede. Eliges qué contar, es decir: eliges lo que sucede. Y segundo porque «lo que pasa en el mundo» es distinto para cada observador. El cerebro interpreta, crea, no percibe. Hay violencia en el mundo, la hay en nosotros, pero el mundo no es violento, nosotros no somos violentos por definición.

Ese «mundo» está creado a cada instante por nuestra imaginación. Nuestras creencias, prejuicios, ideas heredadas, deseos, emociones, nuestros programas mentales… todo ello va configurando lo que creemos percibir, el universo en el que vivimos, el cuchitril en el que nos metemos. Cada persona vive así en un mundo radicalmente distinto.

Para una mente que se ha trascendido ya no existe la dualidad. «Exterior» e «interior» pasan a ser la misma cosa, la misma unidad. Lo que uno «es» y lo que el mundo «es» pasan a ser lo mismo. Aunque para que todos podamos entendernos utilizaré la dualidad para decirlo de otra manera: El «exterior», eso que llamas «exterior», es consecuencia directa de nuestro «interior». De forma que si tú cambias… el mundo cambia. O si es más fácil de aceptar para vosotros: Todo cambio en nuestro «interior» se traducirá en el «exterior». Nuestra forma de percibir el mundo también afectará a ese «mundo». Las costumbres nocivas, por ejemplo, son perpetuadas por nuestros prejuicios, que las creen inevitables cuando no lo son. Y esos prejuicios son creados por nuestra forma de «percibir» el mundo.

El dolor existe. La guerra existe. Así lo hemos decidido. Pero podemos convertirnos en anticuerpos, podemos transformar ese dolor y enseñar a los demás cómo transformarlo. Podemos empezar por dejar de estar en guerra con nosotros mismos, con el vecino, con la pareja, con el compañero… Las pequeñas acciones tienen resonancia en las grandes, las propias en las ajenas. Siempre, porque nada está separado. El aleteo de una mariposa «aquí» provoca una tormenta «allí». Y ese «aquí» y ese «allí» están ya en ti.

Estas «pequeñas» o «grandes» acciones, por ejemplo, son más importantes como noticia para mí que un estúpido y «gran» homicidio. Al convertir en noticia un atentado terrorista recompensamos al terrorista, precisamente, con lo que buscaba cometiendo dicho atentado. Nos convertimos así en cómplices. Sean quienes sean los culpables, nosotros lo somos con ellos al obedecerles y convertir sus actos en efectivos. Podemos decidir qué premiar con nuestra atención. Podemos decidir cómo narrar el mundo, en qué mundo vivir. Lo estamos haciendo continuamente. Si eres periodista… cuéntanos lo que creas útil para hacer de este mundo un lugar mejor, las historias de gente que se dedica a vivir entregándose, dando y creando bienestar, cuéntanos lo que nos hace evolucionar, y no los actos ridículos que meramente constatan nuestra estupidez heredada. O espabilas o una bomba en tu culo lo hará.

No te conviertas en lo que llaman una «persona informada». No te alimentes de noticias manufacturadas. No te quejes como un niñato. Haz si puedes, si sabes, si te atreves, pero no pretendas que conocer determinadas cosas va a hacer que cambien, ni finjas tu pena inútil para aparentar ser una «buena persona», sensible con los «problemas del mundo». No pidas ser informado de aquello que no quieras que exista. La atención y la indiferencia son instrumentos mágicos y sagrados. Suscribo las palabras de Osho: «¿Qué es la historia? No es más que una serie de recortes de periódicos antiguos. Si ayudas a alguien, ningún periódico va a publicar la historia; si matas a alguien, saldrás en todos los periódicos. ¿En qué consiste vuestra historia sino en esas personas que han sido una molestia, que han dejado tantas heridas en la conciencia humana? ¿A eso llamas historia? No tienes más que basura en tu mente».

Fuente: Manual de alquimia de David Testal