Universo formado por conexiones infinitas. ¡Tan cercano y a la vez tan distante! Donde parece evidente que somos parte, aunque muy pequeña, del mismo.
Si aceptaba estar conectado, lo que veía por encima del muro (o encima de su cabeza) también tendría que tenerlo dentro. Desde cierto punto de vista los “cataclismos” que sucedían fuera debían tener un reflejo -a modo de espejo- en su mundo interior. O todavía más alucinante: conocer el Universo trabajando sobre sí mismo. ¿Por qué no?
¿Y si esta conexión fuera lo que las distintas religiones llaman “Dios”? ¿Y la iluminación fuera simplemente ser capaces de interpretar y trasladar a nuestra realidad las conexiones que suceden en el Universo?
La otra opción, que parecía estar muy de moda en la sociedad y cultura que le rodeaba, consistía en observarlo todo como desligado. Donde las cosas siempre suceden por puro azar. Y todo puede ocurrir porque no hay ninguna conexión…
Dijo: “Frente a preguntas sin respuesta que cada cual se quede con aquello que más le resuene, yo prefiero la de un Universo espejo”