El siguiente cuento sufí nos da la respuesta:
Un viajero llegó a un pueblo, y en el mercado le dijo a un vendedor: “estas frutas exóticas rojas me parecen excelentes, ¡póngame una caja!”. Se marchó muy contento con su compra y, al probar una de ellas, sintió que su boca ardía y su ojos lloraban, pero a pesar de ello siguió comiendo.
– “Pero, ¿qué hace usted?”, le dijo un transeúnte que pasaba por allí.
– “Creía que estas frutas eran muy buenas. Pensando que no iba a tener bastante con una sola, he comprado muchas”.
– “Comprendo, pero, ¿por qué se empeña usted en comérselas? Son pimientos rojos, y son terriblemente fuertes”.
– “No son los pimientos de los que yo me estoy comiendo”, añadió el viajero, “sino mi dinero”.
El mensaje de este cuento trata del absurdo que supone insistir, cuando sabemos que nos hemos equivocado, en comernos los “pimientos” que representan el esfuerzo realizado, para conseguir una situación o para formar una pareja.
Persistimos cuando no somos lo bastante humildes pera reconocer que hemos cometido un error y que, por tanto, deberíamos cambiar de camino.
Es mejor invertir en un nuevo comienzo que gastar en un final feliz en el que no creemos.