
A pesar de que el número de trabajos científicos sobre las diversas formas de meditación no es todavía muy extenso, lo cierto es que todos ellos parecen confirmar la utilidad de estas prácticas para potenciar determinados aspectos funcionales del cerebro, como el control emocional, la capacidad atencional, la flexibilidad cognitiva, el aprendizaje y la memoria. Para algunas personas, meditar puede parecer algo difícil de realizar, lo que explica que a menudo estas prácticas se hayan asociado a religiones y pseudoreligiones, con explicaciones místicas acientíficas que, generalmente, lo único que hacen es ensalzar el papel del gurú/entrenador.
Quizás usted medite habitualmente sin ser plenamente consciente de ello (bella paradoja, por cierto). Meditar es algo tan sencillo como tomarse un tiempo para no pensar en nada de forma consciente o centrar la conciencia en los propios pensamientos, en el mismo hecho de la meditación, en algún objeto externo o en el ritmo de la respiración, siempre en el aquí y el ahora, respirando pausadamente, en un ambiente de relajación alejado de estrés. Sin ánimo de desmerecer las técnicas milenarias de meditación y sus correspondientes expertos, no es descartable que su vecina que se sienta en el portal a ver sin mirar el pasar de gentes y coches, esté meditando sin saberlo. No se lo diga: rompería el encanto.
Fuente: La Vanguardia