Dijo: -No se si lo encontré, o tal vez fue el propio mapa el que me encontró a mí. (Escrito en un lenguaje simbólico que es varias veces milenario, su principal valor no es su antigüedad sino su utilidad)
Aunque conocer el propio “mapa del tesoro” no resolverá todos nuestros problemas, tampoco deberíamos subestimar la valiosa información que contiene. Podemos buscar a un “especialista” que nos lo interprete, o tratar de aprender el lenguaje en el que está escrito a través de estudios que antiguamente fueron universitarios y en la actualidad no están reglados.
El nivel al que se puede acceder recuerda al de los cuentos sufís -con múltiples y profundos niveles-. Su magia también reside en que en cada ocasión que volvemos a mirarlo podemos descubrir nuevas facetas, por ser un mapa “vivo” y por tanto en permanente evolución.
Su lectura puede recordarnos, por si lo habíamos olvidado, que el mayor tesoro reside en ser conscientes de quienes somos y a qué hemos venido a este mundo. (Algo que evidentemente resulta muy difícil)
-Sí, aunque no te lo creas, hay tesoros ocultos en los lugares más insospechados. Y es en lo que la sociedad desprecia donde resulta más sencillo esconderlos. Sin duda serás afortunado si tienes la suerte de encontrarlo porque en la actualidad estos mapas son ignorados a pesar de su valía.