En muchas partes del mundo estamos viviendo días de confinamiento en casa, obligados a cumplir con las medidas dictadas por las autoridades para erradicar la pandemia del coronavirus.
Esta situación tan anómala y sin precedentes nos ha sacado a muchos de la ilusión de permanencia y previsibilidad. Corren ríos de tinta, las redes sociales están saturadas de noticias y memes, nos llueven reflexiones, teorías y profecías de todos los colores. El mundo, con sus habitantes aislados, está más conectado que nunca, quizás sacando lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. Aunque sabemos que pasará, como todo pasa, “la permanente impermanencia”, mientras pasa sentimos que muchos cimientos que creíamos firmes, ahora se tambalean.
Hoy me preguntaba qué pasará en estos días de cuarentena, en los que muchas familias están conviviendo bajo el mismo techo sin poder salir, con los secretos. Esos asuntos ocultos que se guardan entre los miembros de las parejas, entre los hijos y los padres ahora que los ojos del otro están más cerca que nunca las 24 horas del día.
¿Qué pasa con los hábitos inconfesables? ¿Con los amantes no permitidos? ¿Con las dobles vidas? ¿Será posible que sobrevivan a esta crisis? ¿El virus depurará lo tóxico de los secretos? ¿O sacará a la luz lo auténtico escondido y transformará relaciones que sólo eran una falsa fachada?
Esto pasará, sí. La pregunta es ¿qué quedará, que dejará atrás y qué traerá de nuevo a cada uno de nosotros cuando esto pase?