-Maestro, sufro mucho. Usted me trata muy duramente.
-Mira bien este coco, él representa tu aprendizaje: es un fruto duro por fuera pero está lleno de agua dulce por dentro.
-Maestro, sufro mucho, Busco sin cesar la perfección, me cuesta enormemente concentrarme, me asaltan todo tipo de recuerdos.
-No hagas como el insensato que no cesaba de quejarse porque lo venían siguiendo sus huellas. En lugar de quedarse quieto meditando, huyó hasta que cayó muerto de fatiga.
-Maestro, me han dicho hay un gurú que enseña a iluminarse en 10 días. ¿Le molestaría que yo ensayara ese fácil método?
-Vas a hacer como el angustiado que no podía soportar que dos más dos fueran cuatro. Entró en una secta donde le revelaron que dos más dos eran cinco. El creer esto lo hizo sentirse feliz e iluminado.
-Maestro, sufro mucho. A pesar de buscar sin cesar la perfección, creo durante un corto tiempo encontrarla, para luego sentir que no llego, que todo lo que hago es imperfecto.
-El padre que quiere enseñar a caminar a su pequeño, comienza por ponerlo en el suelo ante él. Luego lo sostiene de los brazos para evitar que caiga. Y así el niño avanza hacia su padre. Pero en cuanto llega cerca, el padre retrocede un paso y repite el procedimiento para que el hijo aprenda hasta que sepa andar… Así procede tu Dios interior: te deja llegar a lo que crees la perfección, para desde ahí mostrarte un inmenso y al parecer inalcanzable panorama. Luego te vuelve a dar ímpetus y esperanzas, haciéndote otra vez avanzar…¡Si el niño no trata, nunca aprende a andar! ¡Pon tus sueños en la realidad! ¡Paciencia y perseverancia!
Alejandro Jodorowsky. Conversaciones con el maestro.