Los problemas del amor no son enfermedades. Alejandro Jodorowsky

Los problemas del amor no son enfermedades. Alejandro Jodorowsky

Alejandro Jodorowsky: Este sitio, como bien lo dice su título, (El arte de sanar) es terapéutico: trata de sanar traumas, depresiones, problemas psicogenealógicos, etcétera, pero de ninguna manera es un consultorio sentimental. Los problemas del amor no son enfermedades… El siguiente consultante se dirige a mí, tomándome por la famosa Doctora Corazón mexicana. No firma su pedido.

«Hola Alejandro Jodorowsky:

Desde hace un tiempo vivo obsesionado con un compañero de trabajo. Yo soy hombre, qué puedo hacer, me gustan. Y él me encanta. Siento a veces que es mi alma gemela, pero cuando quiero acceder a tener algo con él, él no quiere, me rechaza. Lógico, no le gusta lo que a mi. Hubo un tiempo que reprimí mis sentimientos hacia él y no le contaba nada. Sufría ataques de ansiedad cuando estaba con él. Una vez, luego de fumar yerba, tuve un mal vuelo… fue el día que me dí cuenta que estaba demasiado enamorado de él. Me dió ansiedad. Entré a mi casa y vi una figura fantasmagórica oscura, que me miró, y entró a la casa. Luego de eso acudí donde un terapeuta y me recomendó que hablara con él de lo que sentía. Yo le conté todo. Él dijo que no eran sus gustos, pero que si en algún momento quería experimentar algo, sería conmigo. A veces pienso que él se reprime también. Es una persona muy callada. Bueno, yo me salí del trabajo porque a pesar de todo no me sentía a gusto ahí, con él, pero la amistad siento se deterioro. Ya casi ni hablamos. Pienso que solo es una cuestión de tensión sexual. Aún cuando estoy con él siento esa ansiedad, ese enorme deseo de poseerlo, de disfrutar su cuerpo, de amarlo. Pero él no quiere. He notado que cuando él está conmigo, también se pone ansioso. Y cuando le propongo salir algún rato a conversar o pasear, ya no quiere. ¿Qué puedo hacer? ¿Crees que si él accede solo una vez a tener sexo conmigo se arreglará todo esto? Esta es una de las cosas que más me han intranquilizado. Aún lo amo, pero me resigné a alejarme porque sé que nunca va a pasar nada, pero aún así siento que si él solo accede una vez a satisfacer esta necesidad mía, como un tratamiento, me ayudará. Yo quisiera decírselo, pero no sé cómo… No sé cómo podría convencerlo de que me ayude y se termine de una vez por todas toda esta ansiedad que me está matando… Te agradecería profundamente puedas responder estas inquietudes Alejo. Un gran abrazo.»

Respuesta:

El consultante, en su frase «¿Qué puedo hacer? ¿Crees que si él accede solo una vez a tener sexo conmigo se arreglará todo esto? «, no me pide que lo sane de su sentimiento, sino que le dé un consejo mágico para que el heterosexual experimente un deseo homosexual hacia él. Esto no es una labor que me corresponde a mí sino a un brujo popular que le recomendará algo por estilo de esto: >>Toma una foto de tu amado, de cuerpo entero. Frótale con una pastilla de viagra embebida en miel, el bulto de su sexo. Luego ahí mismo pégale una foto de tu cara con la lengua afuera, murmurando «¡Que venga, que venga, que nadie lo detenga! «¡Que me dé lo que siente como un chivo ardiente!» Mete esto en un sobre y envíalo, sin remitente, por correo, a nombre de tu amado dando como dirección «Palacio del falo»<<

Querido amigo anónimo, no me sorprende que desees a un heterosexual. En mi época de cineasta, 1960, yo tenía como ayudante a Don Pablito, jefe del movimiento de liberación gay. A él le encantaba follar con hombres casados, machos cien por ciento. Y lo lograba a menudo. Tú pareces no tener ningún recurso para convencerlos. ¿De dónde te viene este sentimiento de impotencia? A tu amigo le confiesas tus deseos, y él no te corta. Más aún te dice: «Si en algún momento quiero experimentar algo, será contigo». Y te permite seguirlo viendo. «Aún cuando estoy con él siento esa ansiedad, ese enorme deseo de poseerlo, de disfrutar su cuerpo, de amarlo. Pero él no quiere. He notado que cuando él está conmigo, también se pone ansioso.» Don Pablito invitaba a beber a sus heterosexuales, los emborrachaba y ¡a la cama!. ¿Por qué no se te ocurre algo así, tan simple?… Somos cómplices de lo que nos sucede, y la mayoría de las veces, nos provocamos inconscientemente el mal que nos aqueja. Junto con la tuya, recibí otra consultación anónima que te puede iluminar: «Alejandro, resulta que por lo que he leido tu dices que lo que tus padres te hacen en la infancia te lo haces tú mismo. ¿¿Hay alguna forma de evitarlo?? Porque mis padres siento que me desilusionaron. Hace poco resulta que me enamoré de un muchacho parecido a mi padre , que al parecer hizo lo mismo: desilusionarme. Gracias y un feliz año nuevo.» ¿Comprendes? Lo que nos hacen cuando niños, nosotros mismos nos lo hacemos cuando adultos. Siempre he dicho que la realidad actúa como una danza mágica. No es por azar que ha llegado este segundo pedido de ayuda de naturaleza gay. Es muy posible que íntimamente hayas querido mucho a tu padre y que este se haya comportado de manera indiferente o callando sus sentimientos o estando ausente. Tú entonces, sentimentalmente te vives como víctima, sintiéndote distinto y no reconocido en la hermosura de tus sentimientos por ese objeto sexual inalcanzable. Te provocas la insatisfacción, lo que te da la secreta satisfacción de hacerte regresar a tu triste infancia. Tu compañero de oficina, con su rechazo, se convierte simbólicamente en tu padre. Y tú, entonces, adulto actuando como niño romántico, te das como meta un milagroso y único coito, el que metafóricamente te haría realizar el ansiado incesto con el autor de tus días…

Acto psicomágico: Invita a tu amigo a dar una vuelta en bicicleta. En el sillín de la tuya pega una foto de tu padre, para que así pedalees apoyando el periné (espacio que media entre el ano y los testículos) en su imagen.A medio camino detente en un café-bar e invítalo a beber una cerveza. Luego, sigan el paseo. Al final de la vuelta, invítalo a tomar un baño de vapor. Después llévalo a un barrio gay y ofrécele un alcohol fuerte, luego otro, etcétera… Invoca a Don Pablito y logra llevarte al borracho a un hotel… Si esto te resulta, despega la foto de tu padre del sillín, entiérrala y planta sobre ella un alto, gordo y erecto cactus.