El antropólogo Marc Augé acuñó el concepto «no-lugar» para referirse a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como “lugares”.
Los aeropuertos son un ejemplo de espacio en el que nos identifica un DNI o pasaporte. Tienden a parecerse cada vez más, hasta el punto que vistos desde el interior resulta muy difícil deducir la ciudad en la que estamos.
Como “no-lugares”, obligados de paso para millones de personas, se convierten en una especie de “limbos”. Una de las cosas que más sorprende es que nos pueden hacer dudar si es de día o de noche, la luz artificial de gran intensidad -como ocurre en los criaderos de pollos- lo inunda todo. Es bien conocido que si hay luz los pollos van a seguir comiendo y engordando por la vía rápida para que la cadena de consumo no se detenga.
Se diría que los hoteles, los grandes centros comerciales -abiertos 24 horas- y otros muchos negocios de nuestro mundo actual copian este mismo modelo. Donde nos identifica el ticket de paso, la tarjeta de crédito, etc.
¡Tranquilos! Nada tenemos que ver con la actitud de esos “pollos” a los que engordan para comérselos.
¿O tal vez nos lo deberíamos hacer mirar?