Los domingos, ¿días de sol?

Los domingos, ¿días de sol?

¿Qué haces este domingo? O dicho de otra manera, en un vacío de obligaciones, deberes y tareas ineludibles, ¿a qué te dedicas?, ¿cómo lo vives?
Quizás una opción muy frecuente y sana sería dedicarse a satisfacer necesidades o gustos que los días laborables quedan sin atender suficientemente; son valores importantes que vamos dejando atrás, respondiendo a la orden de «primero el deber y después el placer»: practicar deporte, jugar con los niños, hacer actividades de pareja, tomar contacto con la naturaleza, emplearnos sin reloj a nuestros nuestros hobbies, encontrarnos con los amigos, o dormir a pierna suelta horas y horas… De alguna manera, todas estas actividades domingueras nos ponen en disposición para empezar el lunes llenos de renovada energía.
Pero, ¿qué pasa cuando el día festivo es repetidamente tormentoso? Es probable que si esto ocurre, se esté huyendo de lo que evitamos experimentar. Y es que, el trabajo se convierte a veces en un modo de escape de lo que pasa en el hogar o dentro de uno mismo. Un duelo no resuelto, conflictos familiares, una relación de pareja que no funciona, una incapacidad para decir que «no» a lo que no deseamos hacer, una falta de aceptación de la maternidad, un trauma no procesado… El tiempo libre abre la puerta de par en par a la posibilidad de conectar con nuestro mundo interior y con los que nos rodean. Algun@s se autoanestesian bebiendo alcohol o consumiendo drogas los fines de semana, para no sentir el dolor de esos contactos. Otra estrategia huidiza es entregarse a rituales de entretenimientos sin mucho sentido, pero que nos mantienen disociados de ese otro ser interior que sufre. Otr@s desarrollan migrañas de domingo que también desconectan de la actividad mental que se pone en marcha en esa pausa en la actividad laboral. Y otros siguen trabajando los siete días de la semana los trescientos sesenta y cinco días del año… así no hay pausas para atender al sentir.
Poner atención a nuestro universo interno cada día, afrontar los problemas solucionables y aceptar los que no tienen solución, sanar las heridas del pasado, comprometernos con nuestros valores, reafirmarnos, empoderarnos y resolver los conflictos interpersonales, nos dejará que el corazón, sol de nuestro cuerpo, brille con fuerza cada domingo del año.

Carmen Guerrero