Los seres humanos somos muy complejos, como muestra veamos a cuatro personajes exageradamente desequilibrados (casos bastante extremos) y los canales de expresión, en forma de profesión, que encontraron para compensarlo.
Del primero diríamos que carecía de pasión. Hasta tal punto que su aparente ausencia de deseos amenazaba con convertir su vida en algo plano y poco emocionante. Alejado desde su infancia de mecheros y cerillas, su familia le había transmitido un miedo visceral al fuego, se sentía a salvo de cualquier incendio interior. A pesar de su miedo, o precisamente debido a él, su vida profesional se encaminó al diseño de elementos pirotécnicos con la pólvora como elemento central. Fue el canal que encontró para expresar aquello de lo que carecía.
El segundo no tenía los pies asentados sobre el suelo. El eterno estudiante que no está realmente allí donde parece, porque su imaginación lo transporta a otros mundos. A sus proyectos, siempre fantasiosos, les faltaba el anclaje con el suelo, con eso que llamamos realidad. El trabajo de geólogo fue su salida profesional porque al observar la inmensidad de la tierra con sus complejas interacciones encontraba el permiso para expresar su carencia. Dedicado a buscar depósitos geológicos naturales, habitualmente situados a gran profundidad y bien anclados a la tierra. Encontraba afuera lo que parecía no tener dentro.
El tercero, a pesar de su enorme inteligencia, no era nada adaptable. Muy hábil solucionando todo tipo de problemas pero con escasa capacidad para trabajar en equipo y poca habilidad para la interacción social. Encontró el equilibrio creando su propia empresa de diseño en la que ejercía todos los papeles: director, diseñador, relaciones públicas, etc. Aparentemente sin jefes de ningún tipo a los que rendir cuentas, pero a la postre cada cliente se convirtió en un jefe. Ningún trabajo alcanzaba a tener tantos superiores, ni necesitar de tanta interacción.
El cuarto no sabía manejar sus emociones, nunca aparecían cuando las necesitaba. Generalmente se las guardaba en su interior, o por el contrario se sentía inundado en los momentos más inadecuados. Parecía que en su mundo emocional la única agua sobre la que tenía cierto control era la de la ducha. Sin embargo encontró un canal (una salida profesional) para poder expresarse emocionalmente a través de la pintura de paisajes marinos. Curiosamente mostraba en sus lienzos toda aquella agua que no tenía.
PD: El ser humano es una paradoja. Conozco el caso de un controlador aéreo -que nunca pondría en riesgo vidas ajenas- que es capaz de bajar con su coche un puerto de montaña completamente nevado sin usar cadenas.
¡La realidad supera a la ficción!