
Juan Manuel Opi Lecina: Cuando nos hablan de las famosas e imaginativas «torturas chinas» solemos pensar en las cosquillas en las plantas de los pies, en el «gota a gota» de agua en la cabeza, los palillos entre la uña y el dedo, etc. Ninguno de estos era el castigo más cruel que imponían a los delitos más graves en la antigua China. La pena más dura que se imponía al «delincuente más delincuente», a los culpables de los delitos supergraves , era el siguiente: Estar atado a un árbol a la salida de la población (en aquella época todas las ciudades estaban amuralladas, durante la noche se cerraban las puertas de la muralla y a la mañana se abrían y así las gentes se desplazaban a través de las puertas al campo, a otras ciudades, etc.). Desde este momento, nadie les dirigía la palabra, eran totalmente ignorados. No tardaban en morir. Morían antes de «locura» que de hambre.