
Ya sea que nos estemos enfocando en la singularidad de la culpa o en las culpas colectivas, lo concreto es que la culpa va de la mano de una elección, de algo que elegimos hacer o no, o de algo elegido o rechazado por el colectivo. El pesar esta quizá porque pensamos que las cosas podrían haber sido de otra manera, porque algo nos dice que fuimos incapaces de trascender-nos.
Quizá solo sea un acto de vanidad, que nos aleja de la necesidad de reconocer que nuestra cultura nos lleva a la renuncia de nuestro universo pulsional, nos sumerge en un malestar latente y como moneda de cambio nos ofrece legitimar nuestros lazos sociales y mitigar, por lo menos en lo aparente la violencia de los mandatos. Así, lo planteo don Freud y yo le creo.
Desde lo mitológico o desde lo religioso, en esta sociedad patriarcal en la que vivimos, los roles están bien definidos y la culpa se ubica del lado femenino, ya sea por maldad o ignorancia. Porque si bien podemos pensar en la ingenuidad de Eva, a la serpiente se le da un carácter femenino, al margen del chiste, a la mujer se la ubica en el lugar de lo prohibido, de lo deseado, de lo voluble, de la sin razón.
Si no fuera por nosotras, Adán todavía estaría en el paraíso…esto, que hasta suena gracioso, en el día a día ubica al hombre en el lugar de victima de la mujer y propone una mirada indulgente en la liberación de sus pasiones. Por otro lado, como la culpa está asociada a la idea de castigo, implica para la mujer una represión aun mayor de sus propios instintos.
En nuestra educación judeocristiana, de Eva saltamos a María, como símbolo de la madre arquetípica, libre de culpa por haber atravesado el dolor de parir sin ser mancillada por un hombre y si bien Jesús intenta poner un poco de equilibrio al salvar a María Magdalena de la lapidación pública, nadie parece haber registrado demasiado eso y estamos aun 2000 años después entre justificaciones y condenas.
Dicho de este modo, parece un texto de feminismo cerrado, pero no, el punto es mostrar como la cultura nos lleva a una negación de lo femenino, en donde la sensibilidad, la intuición, la capacidad de contener, de expresar amor, están menospreciadas y se impone a los hombres la responsabilidad de sostener el hogar, de ganar dinero, de ascender en la escala social, de ser fuerte y aferrarse a un estereotipo de masculinidad que lo desnaturaliza.
En lo cotidiano, los padres (y sobre todo la madre) serán los encargados de hacernos conocer los sabores de la culpa, con ellos empezaremos a sentirnos mal por no hacer lo debido y más tarde el resto de nuestros educadores reforzaran este concepto. Este sentimiento nos acompañara siempre, aun cuando nuestras transgresiones no afecten a nada ni a nadie.
Y aunque tenga mala prensa, la culpa nos va a singularizar y validar la entrada a una cultura, a una comunidad, a un clan, al que a pesar del dolor queremos pertenecer. Y en el intercambio tendremos la posibilidad exigir culpa, porque en el fondo, de eso se trata, la forma más simple de control social.
Aletheia 11
Mi nombre es Érica Valeria Peters , nací hace 41 años en el seno de una familia de campo de la llanura pampeana. No sé si fue el desconcierto geográfico, las horas mirando el horizonte o la biblioteca que me lego mi madre lo que genero este carácter reflexivo, pero lo concreto es que disfruto dándole una segunda mirada, un intento de capitalizar una enseñanza en todo lo vivido.
Me dedico, junto con un amigo, a realizar encuentros de reflexión y trabajo consciente, sobre el poder simbólico del lenguaje, los pensamientos y las emociones.